All that was east is West of me now

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Este disco empieza con una canción ruidosa, con todos los instrumentos sonando a la vez y la voz de Glen con esa cualidad enloquecida de sus conciertos. Esa fiesta importante que forma cuando toca.

Sus conciertos son celebraciones emocionantes, una cierta forma de comunión laica. La etimología de comunión viene de Comunidad: encargarse juntos de las cosas.

El disco empieza ahí y pasa a ponernos de rodillas.

Otra vez ese comienzo de rock de los 80 o los 90 con sus sintetizadores. Algo oscuro. Político.

Son tiempos revueltos. Glen ha sido padre y lleva una vida tranquila en la Irlanda que amo. Pero no es impermeable a la realidad inquietante. A la incertidumbre. Ser padre, supongo, tiene que hacer difícil pensar en el futuro del mundo sin perder la calma. Pero en la música de Glen siempre hay amor, luz y esperanza. Llegará aunque ahora siga cantando a la falsa esperanza de los fundamentalismos religiosos.

Es bonito cuando un disco te da lo que esperas. En there is no light llega la luz, la esperanza de verdad. Esa forma de resistencia, de supervivencia que se basa en intentar dejar lo que sea mejor que lo encontraste. Hacer tu parte.

A veces nos mantiene en pie saber que podemos ayudar a otra gente a subir la montaña.

Y la voz de Glen a mi me da ganas de vivir. Me llena de amor por la gente. Me recuerda esa magia de la música que se hace desde la verdad y desde la tripa para convertir a centenas de personas en una fuerza que late en común. Comunión. Comunidad. Conexión. There is no Mountain ha vuelto a llevarme a Iveah Garden. A llorar de felicidad después de 3h largas de un concierto maravilloso.

En Sure as the Rain empieza a sobrevolar Cohen. La gravedad poética. Es una canción de amor. Un baile lento. Un susurro al oído. Yo espero que trate a Marie tan bien en la vida como en todas las canciones que le ha escrito.

Between us there is music va, creo yo, de cómo vencer la incomunicación. Es una canción orquestal, con una percusión y unos coros hipnóticos. Hay una calma después de que termine que una no quiere que desaparezca. Dan ganas de volver a poner la canción para volver a esa especie de hipnosis. A ver qué haces con tu vida, susurra Glen.

Ghost es una pelea de pareja. Una de esas que una cree que podrán fortalecerla. O quiere creerlo. Una en la que ambos intentan no jugar sucio. Y eso, por sí solo, ya es una cierta forma de milagro. Cuando Glen canta forzando la garganta portentosa en ese grito que no grita, en esa especie de llanto, se me pone la carne de gallina.

Me gusta mucho la percusión de este disco. Y me gustan mucho también las capas, también las de silencio, y cómo las canciones se visten con telas ligeras superpuestas. Cómo eso le da una textura pesada y a la vez leve al disco.

Es como bailar con uno de esos tutús románticos que parecen rígidos pero donde todo se sostiene solo en capas de tul cosidas unas sobre otras con mimo y la tensión correcta en algunos puntos. Sólo eso. Sin adornos innecesarios. Buenos cortes de buenas telas bien cosidas por manos hábiles entregadas a que la falda ayude a la danza.

La vida es corta, dice Glen, que tiene 53 y un bebé y un mundo oscuro alrededor y esa ansiedad de futuro. La vida es corta, dice Glen que hace un disco corto también. Intenso, urgente. Que termina con un reprise, un suspiro. Hay discos capaces de calmarnos en su crudeza.

Este es uno.