Sin ser yo Andrea...

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Hacer una lista de canciones de tu vida suele ser un ejercicio de pose. Viendo el horror de lista de Andrea he pensado cómo sería esa lista sin filtros ni vergüenza. Mi gusto musical me parece buenísimo y se ha construido desde sitios diversos y haciendo bandera de no “entender” nada de ningún estilo. Yo solo entiendo una cosa: hay música que a mi cuerpo le gusta y otra que no. Y es toda la sabiduría musical que necesito. Es un hobby, no un trabajo. Aunque en realidad sea oxígeno. Total. Que ha salido esta lista. Perdonadme los puristas, los HECSPERTOS, los guardianes del canon. O haced vuestra propia lista.

  1. Mediterráneo: De las primeras canciones que recuerdo que me emocionaban. Que siendo muy pequeña y técnicamente más cantábrica que mediterránea, conectaba con algo mío que sigo sin saber explicar. Eso cultural que me une a gente con la que ni siquiera comparto idioma pero sí cierta forma de vivir.

  2. Could it be magic: Soy de la generación de las boy band. De las que aprendimos que nuestros gustos nunca serían tenidos en cuenta hasta pasadas décadas por el pecado original de no tener pene. Resulta que ahora nos explican a nosotras que Take That hacían cosas interesantes. Ya lo sabemos. Estábamos allí. Lo sabíamos entonces y éramos solo unas niñas.

  3. 3 am. Matchbox 20 según mis compañeros de instituto eran una mierda y no hacían rock ni nada. Aquel disco de 1996 me hizo entender de forma clarísima que mis compañeros de instituto se limitaban a repetir lo que “los críticos” les prescribían. Todavía no sabía que existía el verbo prescribir ni que luego me obsesionaría el canon de los cojones. Pero empezó allí. Conmigo preguntándole a Javi a ver por qué hostias aquello no era rock alternativo y el grunge sí. Y sigo esperando un argumento. ¿Qué es el rock? Lo q les gusta a los muchachos, según parece. Lo que nos gusta a nosotras es pop aunque no lo sea. Y más si el que canta es guapo. Que a mi me sigue gustando ese disco porque Rob Thomas era guapo en 1996. Tócate los cojones. Lo guapo que era se oía perfectamente por la radio que fue donde descubrí que existían.

  4. Missing. Everything but the girl. También cuando iba al instituto descubrí a Everything but the girl. Aquel año en mi clase éramos muy pocas chicas. Cuatro. No es una forma de hablar. Cuatro en total. Dos de ellas muy preocupadas por buscar novio con coche o moto (tenían 16 y yo 14). Tienes 14 y descubres de golpe que el 90% de los chicos que te rodean ni siquiera creen que tengas nada que decir sobre ningún tema de los que hasta entonces estabas opinando con normalidad. Afortunadamente era más lista que muchos de aquellos chicos y lo supe bien pronto. Me ayudó a no hundirme en la depresión, supongo. A buscarme la vida. Descubrí a los Everything but the girl. Me dijeron mis compañeros que la música electrónica era una mierda y ni era música ni nada. Pues oquei. Luego escuché a cierto músico profesional de mi quinta decir eso hace no tanto y supe que hay gente que nunca entiende nada. Ni dedicándose a ello. Qué le vamos a hacer. Yo seguí explorando también la electrónica y he sido muy feliz bailando subida en tarimas de lugares inverosímiles. Como en todo hay EM buena y mala. O sea electrónica que te gusta y la que no. Y hay un momento para cada cosa. Y siempre es buen momento para Everything but the girl. No nos engañemos.

  5. Promesas que no valen nada. En la misma época aprox, mi sistah compró Poligamia, en casete en una tienda de la Calle Santiago de Valladolid. Me volvió loca el disco entero. Sin aquel disco de Piratas no habría llegado a mucha música que sigo escuchando a día de hoy.

  6. Flamenco Sketches. Solo un poco después escuché el Kind of Blue. Un chico que me gustaba me llevó a un garito que ya no existe donde ponían jazz, la gente jugaba al ajedrez (a él le parecía fascinante q yo supiese cómo se movían las piezas de ajedrez por más que le explicase que solo sabía eso y eso no es jugar) . Sonó este disco y me puso del revés. Pregunté qué disco era (no existía casi Internet iba a existir Shazam) a un camarero barbudo y encantador que me descubrió también el regaliz en infusión. Y ahí empezó mi digamos amor infinito por el jazz. La siguiente vez que quedamos el chico me llevó al Herminio´s, mítico garito de jazz de Pucela que ya no existe. Cuanto más heterogéneo es tu gusto musical más te gusta el jazz, creo yo. Dentro de la etiqueta jazz cabe casi de todo y la gente se siente cómoda llamando jazz a ciertas cosas (escuchan música electrónica pero lo llaman nu jazz, escuchan ritmos latinos pero es latin jazz y así sucesivamente)

  7. 730 días. Drexler llegó a mi vida también en 1996 y aquí sigue. Podría poner La luna de espejos pero fue 730 días la que abrió la compuerta. Siempre digo q las canciones de Drexler cuadran con mis procesos mentales. No lo sé explicar pero es así. Tienes 15, te enamoras y escribes y se para el tiempo en unos ojos verdes virgen extra y no sabes lo q está pasando pero flotas y de pronto se pone todo raro, te vas del país, te cortas el pelo, las idas y venidas. El libro de cultura clásica perdido que reapareció escrito entero y que tuve que cambiar con Elena xq no podía estudiar ni media palabra con todo aquello allí, perfecto, para mi, pero tarde. Estar triste. Deprimida. Llorar en la ducha para que nadie sepa que lloras. Ducharte 730 veces al día. Aprender demasiado pronto que hay hombres (o niños) que te quieren mucho y muy mal. Sobrevivir gracias a quien te lame las heridas y te da un remanso. Eso fue el principio. Luego todo lo demás con Drexler. O sea todo. He dejado de escuchar hasta las canciones viejas de músicos que dejaron de conectar conmigo y pienso que si la cosa se pusiese tan grave con Drexler sufriría muchísimo. Sería como perder un dedo.

  8. Waiting for tonight. El patio de la sidre, el lino, las noches de verano, la luna. El olor a madera, él escanciando con aquellas manos perfectas, la felicidad absoluta. Es una canción de nochevieja que huele a verano. Que me sigue poniendo de buen humor. Otra victoria sobre los guardianes del canon. Es un temazo mal que les pese. Ya está. Suena y la bailas. Y si no la bailas, peor para ti.

  9. Cream. Prince no era hetero. Follaba con mujeres pero no era hetero. Yo sí era hetera aunque no había follado con nadie la primera vez que escuché Cream (ni la segunda ni la tercera ni la 730). Tendría como 12 o 13 años. No estoy segura de que mi inglés fuese tan bueno como para entender la letra (desde luego no el juego de palabras, eso lo sé) pero no hacía mucha falta. Y el vídeo no dejaba lugar a dudas. De pronto la música era eso también. Las cosas que nadie te dice. Que descubres sola.

  10. Rocío Jurado cantando flamenco. Ya he dicho doscientas veces que sin ella probablemente no habría descubierto el flamenco y sería mucho menos feliz. De flamenco tampoco entiendo una mierda aunque me dio tan fuerte que mi trabajo final de música de 4º de la ESO fue sobre los palos del flamenco. En aquellos tiempos no era fácil encontrar flamenco por ahí. Gracias desde aquí a mi profe de música sustituto cuyo nombre ni recuerdo pero que me dejó un poco hacer lo que me daba la gana.

  11. Habaneras de Cádiz. Puede que mi innegable interés en la música latinoamericana empezase aquí. Las habaneras de Cádiz cuando yo era pequeñísima me hacían estremecer. Sigue pasándome. Me hace gracia pensar cómo la forma en que de niños escuchamos la música que ponen los adultos no es en absoluto pasiva. Y sin embargo nos da poco por pensar cómo estarán incorporando los niños que nos rodean la música que les ponemos. En España se habla poquísimo de música incluso en casas donde suena música.

  12. Maranthony y sus salsas. Podría poner cualquier salsa en realidad. Es solo una forma de decir que de pronto tenía 18 años y bailaba salsa todos los jueves y la música se expandió muchísimo y encima estaba rodeada de chicos a los que el rock les daba lo mismo y hacerse los listos contigo también. Yo creo que si no me gustase tanto bailar cualquier cosa mi vida habría sido mucho más limitada. Más aburrida. Más infeliz. Ya he dicho más veces que bailar me reconcilió con mi cuerpo en un momento en el que odiarme habría sido lo esperado.

  13. Mística. Orishas. Los chicos que no estaban obsesionados con el rock estaban obsesionados con SFDK que a mi no me gustaban nada. Y la conclusión de los guruses de 15 que sabían más que tú porque eran tíos fue “no te gusta el rap”. Pero llegaron Orishas y eran rap cubano. Según mis amigos eso no era rap ni nada, obvio. Pero da igual porque resulta que a mi Orishas me llevaron a 2Pac. Y aquellos pequeños HECSPERTOS en rap no salían de un sonido ratonero que no me llegaba a ninguna parte. No entendía nada del universo 2Pac pero me gustaba (a mi me vais a perdonar pero qué puta maravilla puede ser High Speed??). Y de ahí, de forma cero sistemática, he ido quedándome con “rap” que me gustaba. Se lo debo a Orishas. Pa que tú veas. Y ahora Yotuel es ese señor fascista y teatrero casado con esa cursi aspirante al goya. Si me hubiese fiado de mis amigos “los puristas” pues me habría perdido tanto…

  14. Ela faz cinema. Buarque. Yo escuchaba a Buarque antes de hablar portugués. No mucho antes. Este disco salió un año antes de la primera vez que le dije a mi jefe que me quería ir a hacer un proyecto a Brasil. La primera vez que me dijo que ni de coña. Este disco salió justo el año en que escuchaba aquel programa de música brasileña en Radio 3. El año que descubrí a Djavan y que Buarque seguía grabando canciones (en mi mundo infantil era el de los ojos azules que cantaba con Roberto Carlos). He elegido esta porque me trae muy buenos recuerdos pero valdría cualquiera. En 2006 me dio fuerte por la música brasileña. Y nuevamente aquí seguimos. Tampoco entiendo de música brasileña. Qué le vamos a hacer.

  15. (14 bis) Vou Festejar. Fundo de Quintal. Porque mira por dónde terminé haciendo un proyecto en Brasil. Aquel año fue un punto de inflexión enorme. Digamos q es como mi mili. Intento no dar la turra pero tengo tantas batallitas... En lo que tiene que ver con la música me hizo entender lo poco musical que es nuestra cultura ehpañola en general. Vas allí, hay música en directo en todas partes. La gente canta y baila y toca junta por placer. Como forma de expresión. Es feliz. Fundo de Quintal tocó en el Samba. Fuimos a la sesión de la comida. Yo me había pasado 3 meses diciendo que iba a clase de samba porque quería bailar samba tan mal como cualquier local. Pasar desapercibida. No parecer guiri. Aquel día no parecía nada guiri. Y luego tampoco sambo tan mal. Fundo de quintal son el símbolo de cuando pasé de la MPB a la samba y de ahí al funk brasileño y lo que me echasen. O sea cuando mis referencias de música brasileña dejaron de ser aceptables para los muchachos. Buarque bien. Marina Sena mal. Por supuesto.

  16. Atreveté. Calle 13. El reguetón era algo que bailaba en sitios con aspiraciones clandestinas cerca del mercado de frutas. Traído como quien trafica con algo ilegal. No sonaba bien pero te pasaban cosas por el cuerpo. Solo que en 1999 no se llamaba reguetón. Se llamaba playero. Pasaron los años. En España el reguetón pasó a ser algo horrible, bajuno, te invalidaba como feminista y como mujer de bien. Y llegaron Calle 13 a enseñarme que era clasismo y racismo. Atreveté es un reguetón como una catedral. Ahora Calle 13 y René tienen detractores (otra vez el purismo de los cojones) pero es que me da igual. Hay reguetón bueno y reguetón malo. El bueno es el que me gusta. El malo es el otro. Que a ti, José Luis, no te gusta ningún reguetón de todos los que existen? Pues ya es mala suerte, corazón. Tú cuando pongan Ginza sal a fumar que ya me quedo yo bailándola como si lo fuesen a prohibir.