Entrenovistas – Virgie Tovar
[Como la web ya no está disponible recupero esta Entrenovista porque me sigue pareciendo interesante]
Tags: #Feminismo #Entrenovistas #Cuerpo
Virgie Tovar: «Se espera de nosotras que seamos pequeñas física, espiritual e intelectualmente»
Virgie Tovar, activista gorda estadounidense, acaba de publicar en castellano Tienes derecho a permanecer gorda, un ensayo en el que critica la cultura de la dieta y reivindica el derecho a disfrutar de nuestros cuerpos.
Como feminista y activista en reivindicaciones que tienen el cuerpo en el centro, nos gusta que consideres el placer como un punto central de tu narrativa tanto en tus imágenes como en tus textos. De hecho, podríamos definirte como una activista pro placer, una activista que entiende el placer como una herramienta poderosa para la aceptación del cuerpo y como una herramienta también de resistencia en nuestras sociedades patriarcales. ¿Nos puedes contar cómo ves tú la alianza entre el activismo relacionado con el cuerpo y la reclamación del placer (en relación con la comida, la vida, el amor, la ropa…)
Sí, ¡me encanta el placer! El placer es un derecho humano. El placer es poder. Cuando estudiamos la historia de Occidente, podemos detectar una obsesión cultural relacionada con el control del placer y el deseo. Específicamente, hay una potente historia de control de la sexualidad y la comida por el miedo al deseo y el poder que el deseo tiene en sí mismo. El deseo nos hace únicas. Cada una de nosotras quiere algo diferente y esa diferencia se vive como amenazante en una sociedad que busca crear una población homogénea y maleable. El placer, el deseo y el hambre están conectados. Son las partes más estimulantes de los seres humanos. La cultura de la dieta nos roba nuestra humanidad.
Comer es una de las maneras más fáciles, baratas y cotidianas a través de las cuales los seres humanos accedemos al placer. Comer debería ser algo que nos hiciera sentirnos bien. Así estamos diseñadas. La cultura de la dieta nos roba el placer inherente del acto de comer. También nos roba el placer inherente al movimiento físico, eso que llamamos ejercicio. Tras dejar de hacer dieta y de intentar controlar mi peso, me llevó muchos muchos años volver a disfrutar de la comida o incluso disfrutar de salir al aire libre. Había una voz disciplinante en mi cabeza que no se callaba. Decía: «¡No puedes comer nada que lleve mantequilla!» «¡No estás caminando lo suficientemente deprisa!» «¿Cómo vas a quemar calorías si simplemente estás disfrutando contemplando un árbol?» «Si no estás sudando, ¡no hay razón para que estés al aire libre!» «¡Si te comes ese pastel, serás fea!» «¡Si no haces ejercicio tres horas al día, nadie te va a querer!».
Me llevó mucho tiempo deshacerme de la vergüenza y del miedo que yo había aprendido que estaban siempre conectados al placer. Crecí en una familia religiosa y, como tal, me enseñaron que el placer era pecaminoso. Hoy día, tengo una relación muy estrecha con el placer y es una parte importante de mi práctica diaria. Para mí, el placer nace de celebrar mi cuerpo de 113 kilos, de usar vestidos diminutos, biquinis, barras de labios llamativas, jugar con mis chihuahuas, pintarme las uñas de colores neón, usar gafas de sol enormes, llevar un parasol conmigo a la piscina, beber cafés que llevan pétalos de rosa, reír con mis amigas y amigos, comer deliciosos caprichos, ir a la playa, mirar cómo se pone el sol, besar a personas adorables, estar desnuda en el bosque, hacerme un té, extender crema sobre mi cuerpo, hacerme selfies con mis estrías visibles, esperar que mis amantes me hagan llegar primero al orgasmo (a día de hoy, pido a mis amantes que me hagan llegar a mí al orgasmo cuatro veces antes que ellos lleguen a su primer orgasmo. ¡Es una buena política!), concederme a mí misma mucho tiempo para descansar, hablar con mis cactus y tener siempre flores frescas junto a mi cama.
Vivimos en una sociedad que parece que está construyendo una narrativa del autocuidado que se basa en mantenerte activa a toda costa, en forma y delgada, incluso para mujeres que acaban de ser madres. La representación dominante de una mujer saludable es cada vez más una mujer delgada (en ocasiones, extremadamente delgada) que hace ejercicio, bebe zumos verdes y acude de manera regular al gimnasio. Es muy interesante la manera en que tú estás elaborando una «agenda de autocuidado» para mujeres gordas/grandes que consiste en que tomen conciencia de su cuerpo actual (su cuerpo tal y como es en el momento presente), haciendo ejercicio, estiramientos, alimentándose bien y conectando a estas mujeres entre sí. ¿Nos puedes contar más acerca de cómo observas tú el autocuidado en este marco?
Nuestra cultura tiene unas ideas muy limitadas acerca de lo que es la salud. Estamos preocupados por la salud física y dejamos de lado la salud mental y la salud espiritual. Y medimos la salud física a partir de que se tenga o no un cuerpo delgado, lo que implica una concepción muy limitada incluso de la salud física. Lo cierto es que la cultura de la dieta crea una ENORME cantidad de ansiedad, depresión, desórdenes alimenticios, infelicidad, aislamiento e ira. La cultura de la dieta y la gordofobia también generan una disminución de la salud cardiovascular, deprimen el sistema inmunológico y existen evidencias de que vivir en medio de la gordofobia generalizada reduce de hecho la esperanza de vida. La cultura de la dieta no trata sobre autocuidado, trata sobre sumisión. Punto.
«NUESTRA CULTURA TIENE UNAS IDEAS MUY LIMITADAS ACERCA DE LO QUE ES LA SALUD. ESTAMOS PREOCUPADOS POR LA SALUD FÍSICA Y DEJAMOS DE LADO LA SALUD MENTAL Y LA SALUD ESPIRITUAL.»
Hay un creciente número de investigadoras y nutricionistas que están estudiando nuestra obsesión con la pérdida de peso y la delgadez, concluyendo que no tienen resultados positivos para las personas. Además, están averiguando que, por ejemplo, si estás de buen humor tu cuerpo absorbe mejor los nutrientes de la comida que si estás triste o te sientes sola. ¡Eso es extraordinario! Creo que tenemos que dejar de lado la idea de que hay buenos alimentos y malos alimentos, buenos cuerpos y malos cuerpos, y reconocer que cada ser humano es sagrado y merece (¡y necesita!) amor para desarrollarse. Necesitamos dejar de buscar respuestas a nuestras necesidades de autocuidado fuera de nosotras y comenzar a mirar adentro. ¿Qué te dice tu cuerpo que quiere? ¿Qué te hace feliz? ¿Qué te hace sonreír? Escucha.
Escribes que ser una mujer gorda que no siente vergüenza en estas sociedades es un acto político, una decisión que implica resistencia política y disidencia. Es decir, hablas de cómo mujeres gordas/grandes son sujetos políticos (que merecen una voz que sea oída, merecen ser escuchadas y protegidas, pues afrontan vulnerabilidades específicas) que están desafiando relatos dominantes sobre salud, feminidad, ser sexy… ¿Nos puedes contar más sobre ello? ¿Nos puedes explicar cómo se puede enmarcar una decisión personal como parte de una forma de resistencia política/ colectiva?
Hoy día, en la mayoría de las culturas, se espera de las mujeres que sean obedientes, agradecidas, sumisas, que se avergüencen de su género, y que permanezcan calladas. En resumen, se espera de nosotras que seamos pequeñas (física, espiritual e intelectualmente).
En Occidente, estar gorda se considera un acto de traición hacia el género que se te ha asignado. Violamos el contrato de nuestra sociedad y por eso somos castigadas tan duramente. Y, al mismo tiempo, la sociedad necesita a las mujeres gordas para mantener a las mujeres delgadas (y, al final, a todo el mundo) a raya. Es fascinante.
Quiero hablar de lo sexy por un momento desde lo personal y creo que con ello llegaré a la respuesta a esta pregunta. Desde que era una niña pequeña me dijeron que ningún hombre me amaría, se casaría conmigo o tendría sexo conmigo porque yo era gorda. Todo lo que importa es que un hombre quiera casarse conmigo, ¿verdad? ¡Ja! En cualquier caso, yo me lo creía porque todo el mundo decía que aquello era verdad. Pensaba que era la persona más fea sobre la tierra. Estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para llegar a ser delgada.
Me maté de hambre por primera vez cuando tenía once años. En el momento en el que cumplí los diecisiete años, estaba tan cachonda que todo lo que quería era un novio. Ninguno de los chicos del colegio me pediría salir porque era considerada una chica gorda intocable. A través de una serie de coincidencias, terminé saliendo con hombres adultos. Es una historia común para mujeres gordas, al menos en los Estados Unidos. Así que, allí estaba yo: diecisiete años y saliendo con hombres de negocios guapos y exitosos. Me decían que era preciosa, sexy e inteligente. Querían tener sexo conmigo y, en aquel tiempo, eso era algo muy chocante. Descubrí que todos los chicos de mi pueblo me habían estado mintiendo toda la vida. Los hombres con los que estaba saliendo usaban trajes y colonia cara, tenían muchísimo dinero y me llevaban a restaurantes de moda de San Francisco. Y, sí, por supuesto que me explotaban, pero al mismo tiempo comía foie gras y me daba baños en enormes bañeras, ¡y recibía regalos y sexo oral, amiga! En esa época, era increíble. En esa época, era radical. En esa época, era suficiente.
Mi argumento es: mi gordura me abrió un mundo que yo nunca había visto. Mi rechazo por parte del modelo dominante me abrió una ventana hacia algo más. A las chicas más guapas con las que crecí, las llamaban los chicos populares de mi pueblo cuando eran muy jóvenes. Se casaron muy jóvenes. Se convirtieron en madres cuando tuvieron veinte o veintidós años. Por el hecho de que yo no era «deseable» para estos hombres mezquinos, tuve la libertad de vivir la vida fuera de su control, conseguir una educación, viajar por el mundo, mudarme a la ciudad y experimentar en el terreno sexual. Ese es el poder que las mujeres gordas tenemos. Nuestra cultura gasta tanto tiempo y recursos en intentar convencernos de que somos inferiores porque tenemos el poder de dejar al descubierto todo este sistema. Tenemos el poder de descorrer la cortina y que se vea el truco.
¿Has leído Dietland o has visto la serie sobre el libro?¿Qué opinas sobre esa nueva representación de las mujeres gordas en los mass media? Por primera vez parece que no es importante sentirse guapa siendo gorda sino ser feliz y estar sana.
He leído Dietland (me encanta) y además una amiga es la protagonista de la serie. Creo que los mass media todavía tienen mucho camino por delante en lo que a la representación de mujeres gordas se refiere. Creo que hay una presión enorme en las mujeres, tengan la talla que tengan, para ser guapas y parecer felices, cuando en realidad muchas, puede que la mayoría, estamos insatisfechas con la sociedad en que vivimos.
En mi libro digo que la dieta es la evidencia de una infelicidad femenina. Me preocupa la obsesión con la salud de la gente gorda. Parece que nuestra cultura pone condiciones a los derechos humanos. Para mí independientemente de si una persona gorda está sana o no, lucharé porque tenga derecho a toda la humanidad, dignidad, amor, derecho al trabajo y a que la respeten. Todas las personas nos merecemos eso independientemente de nuestra talla y de nuestra salud.
¿Sientes que el movimiento «curvy» o «body positive» es sólo una trampa para seguir convirtiendo a las mujeres en objetos y esclavizarlas, obsesionándolas con el juicio de otros sobre sus cuerpos (más o menos gordos)?
No creo que el movimiento «body positive» esté pidiendo suficiente. No quiero solo sentirme «positiva». Eso no me sirve. Quiero ser libre. Cuando sea libre ya me sentiré positiva. Para mí la libertad es el derecho a vivir en mis propios términos sin sentir discriminación ni humillación hacia mi cuerpo. La libertad significa exigir esto para todas las mujeres, para todas las personas. Me preocupa que este movimiento se centre en preguntarse cómo puede una sentirse mejor con su propio cuerpo en lugar de preguntarse cómo luchar contra el sistema que nos oprime.
«PARA MÍ LA LIBERTAD ES EL DERECHO A VIVIR EN MIS PROPIOS TÉRMINOS SIN SENTIR DISCRIMINACIÓN NI HUMILLACIÓN HACIA MI CUERPO»
Nos parece muy interesante cómo relacionas la gordofobia con otras discriminaciones: el machismo, el racismo, el clasismo y la homofobia.
En Occidente nos dicen todo el tiempo que no hay racismo, ni machismo, ni homofobia, ni clasismo. Bueno, al menos esto era lo que los estadounidenses se decían así mismos antes de que ganara Trump. Lo que realmente ocurre es que todavía tenemos estas discriminaciones pero usamos un lenguaje distinto para hablar de ellas. Creo que la gordofobia se ha convertido en ese lenguaje. Ya no es 1903 y un hombre corriente no te va a decir que las mujeres no pueden trabajar porque nuestros úteros le quitan la sangre a nuestros cerebros para pensar. Pero un hombre corriente sí que utiliza el lenguaje de la gordofobia y de la salud para mantener a las mujeres a raya, tan pequeñas como sea posible. ¿No es esto machismo? ¿no es esto controlar la vida de las mujeres? Ya no decimos directamente: «los pobres son inferiores» «las personas de color son aterradoras». En lugar de eso, nos «preocupamos» por el creciente índice de obesidad y creamos campañas de salud pública que usan imágenes de personas negras o pobres. Esto genera una sensación de ansiedad y miedo, que nos permite sentir que está bien observar, experimentar, juzgar y evitar a estas comunidades. ¿No es esto deshumanización?
¿Nos puedes recomendar algún libro que te haya resultado interesante?
Fat Activism: A radical social movement, Charlotte Cooper
Dietland, Sarai Walker
Bodies out of Bounds: Fatness & Transgression, Kathleen LeBesco and Jana Evans Braziel.
The fat studies Reader, Esther Rothblum and Sondra Solovay
Big, big love, Hanne Blank
Health at every size, Linda Bacon
The obesity myth, Paul Campos
Miss Piggy’s Guide to Life, Miss Piggy