Feminizar los cojones
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No. No hay que feminizar nada. Gracias pero no.
Hay que repensar el mundo para ver qué valores humanos comunes queremos utilizar en nuestras vidas. Todas las personas. Tengan los genitales que tengan.
Cómo ejercemos todas las personas el poder, desde dónde y para qué. Dejar de pensar en términos binarios, de fingir que nuestros genitales determinan algo, que detrás de todo ese discurso de lo masculino y lo femenino no hay solo un mecanismo malvado para que media humanidad se aproveche de la otra media.
Llevo desde la escuela escuchando que las chicas somos más responsables y más trabajadoras. Bueno. Verás. No. Lo que pasa es que a las chicas se nos pasa la factura de nuestras irresponsabilidades desde que tenemos uso de razón y a los chicos se les comprende. “Son solo unos pobres chavales”. Lo que pasa es que si las chicas no trabajamos muchísimo nos quedamos atrás porque se nos juzga desde el sesgo. No somos tan listas. Necesitamos más esfuerzo. Así que, como somos tan listas o tan tontas como cualquiera, pronto aprendemos estrategias de supervivencia. Trabaja más. Demuestra más para que no te cuestionen. Para que te necesiten aunque no te quieran. Aunque te traten con violencia. Pero alguien tendrá que hacer la cena. Que encargarse de todo lo vital y que además parezca accesorio. Cualquiera podría hacer la cena pero por lo que sea siempre la hacen las mismas. Desde hace siglos. Un día, con suerte y feminismo, te haces mayor y decides darle una vuelta a eso también.
No hay que feminizar nada porque asumir que hay valores masculinos y valores femeninos es comprar el relato patriarcal.
Poder es la capacidad de dañar. Fortaleza es que nadie note que sufres o que dudas. Toda esa basura. Feminizar la política sin cambiar nada más es quitarle valor a la política. Porque en esta sociedad lo femenino se considera accesorio aunque no lo sea.
Lo femenino es siempre cálido. Las mujeres no tienen derecho a la ira o a la rabia. Por nosequé de sus hormonas. Porque al final son unas locas irracionales dominadas por sus sentimientos. No como los muchachos que te razonan sus inseguridades y las transforman en una lucha ideológica entre dos corrientes de pensamiento fundamentales para el futuro del planeta cuando son solo dos tíos queriendo ganar un concursito de popularidad. Tenerla más grande que nadie.
Las mujeres no tenemos derecho a la ira o la rabia y por eso tardamos tanto en entender que eso que sentimos es ira, es rabia y que tenemos derecho a sentirlas. Que son tan humanas como la alegría o la pena. Y tenemos que saber expresarlas y canalizarlas de la mejor forma posible.
No quiero feminizar una mierda. Quiero cambiarlo todo. Quiero dejar de competir con otras por las migajas que dejan los señores, quiero que tener una voz y un espacio no pase por plegarme, por hacerles el juego, por renunciar a lo que soy, a lo que siento. A lo que pienso. A lo que sé y lo que aprendo. Que tener una voz y un espacio no consista en lo minoritario, lo marginal, lo accesorio, lo inutil o sea a costa de dar por buenos unos objetivos que están lejos de ser los míos.
Además de redefinir el poder y la fortaleza también estamos replanteándonos qué es el éxito.
Y eso que decía aquella de las herramientas del amo. No sé si nos suena de algo…