Lo de Robert Redford
El golpe empieza con unos pasos que caminan por una acera y suben unas escaleras. Aquellos pasos me daban tan igual la primera vez que vi la peli como ahora. Yo tenía unos 8 años, mi padre nos dijo a mi hermana y a mi que era maravillosa. Más que por el principio estaba preocupada por cómo iba a terminar yo al final. Habíamos visto El Oso en el cine hacía poco y me había hinchado a llorar. Es una peli rara para ser la primera que ve un niño en el cine. Diría. Tenía miedo de acabar igual de triste. El golpe empieza con unos pasos que caminan y una musiquilla que yo cantaba jugando a la goma pensando que era de un anuncio. Los primeros 5 minutos se le hicieron, a la niña que yo era entonces, larguísimos con todo aquel ajetreo que no sé si entendía muy bien. Hasta que apareció Redford correteando por un callejón. Y captando toda mi atención puede que para siempre. Ya me fijé en ese momento en el anillo que sigue llevando hoy. Su hijo murió de bebé y lo lleva por eso, según parece. Fueron sus pasos, las 70 formas de andar del mismo personaje. Porque no caminamos igual tristes, que nerviosos, que contentos que preocupados. Y luego fue su risa. Esa risa con todo el cuerpo que brilla en los ojos. Captó mi atención y de eso hace 30 años. Que se dice pronto.