En torno a Rothko
Lo que palpita, lo que eriza, lo que late y electrocuta. El temblor. La ira. El frío. La pena. El miedo.
La piel queriendo romperse. Una sala llena de gente charlando de cualquier cosa. Un lienzo amarillo que nadie parece mirar ni ver. Dos mujeres de espaldas. Cómo se le puede dar la espalda a toda esa luz que deslumbra. A esas ganas de gritar.
Pero algo va cambiando a medida que toda la gente avanzamos por las salas. Rothko es ineludible, supongo.