Belén Gopegui: «Carmen Martín Gaite me enseñó a no tener miedo aunque lo tuviera»

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septiembre 16, 2019

LITERATURA PENSAMIENTO

Belén Gopegui tiene fama de reservada. Su página de Wikipedia parece la biografía breve que incluye la editorial en la nota de prensa de un autor en quien no tiene excesiva fe. Su biografía es una aséptica sucesión de fechas, trabajos y obras publicadas. Su biografía habla de quién es mucho menos que sus novelas. No por ese tópico de que «el autor está siempre en sus personajes» sino porque sus obras, todas sus obras, son un compromiso con el mundo en que vive y una mirada valiente a ese mundo. Ha respondido a todas nuestras preguntas con la misma franqueza, con esa misma voz con la que escribe sus libros.

¿Qué es para ti el canon literario y en qué medida o aspectos te ha afectado o influido como escritora?

Al principio el canon era como el cielo de los escritores, formulado así, en genérico masculino digamos inconsciente: imaginaba, por ejemplo, a Flaubert, a Tolstoi, a César Vallejo, a Cernuda, y quería estar allí. Luego aprendes que no existe un Flaubert a secas sino uno cargado de todo lo que la cultura, casi siempre dominante, le ha atribuido. Así que al principio creo que sí me afectó ese canon dominante, ese cielo dominante valga decir. Hoy sigo admirando con pasión a figuras que estarían en él, pero el canon como se sigue entendiendo ha desaparecido de mi horizonte y se ha abierto la constelación de textos con nombres de otros géneros, nacionalidades, razas, y también con textos que a veces están fuera de lo que se suele entender por literatura.

EL CANON COMO SE SIGUE ENTENDIENDO HA DESAPARECIDO DE MI HORIZONTE Y SE HA ABIERTO LA CONSTELACIÓN DE TEXTOS CON NOMBRES DE OTROS GÉNEROS, NACIONALIDADES, RAZAS, Y TAMBIÉN CON TEXTOS QUE A VECES ESTÁN FUERA DE LO QUE SE SUELE ENTENDER POR LITERATURA

En Secret sisterhood de Emily Midorikawa y Emma Claire Sweeney se visibiliza la relación entre algunas escritoras de literatura en lengua inglesa. Al hilo de esta lectura nos preguntábamos sobre tu relación con Carmen Martín Gaite. ¿Cómo fue y por qué fue importante para ti?

Fue fundamental, por tantas cosas, por su generosidad en primer lugar. La conocí en un bar, después me la encontré un día por la calle y me invitó a subir a su casa y a partir de entonces estuve yendo a charlar con ella casi todas las semanas, y a oírla leer, porque me leía sus textos. Me enseñó el valor a la hora no solo de escribir sino también de “ser escritora”, me enseñó a no tener miedo aunque lo tuviera. Recuerdo mil opiniones, historias, bromas, también penas, me apoyó con mi primera novela, sin ella sé que todo habría sido mucho más difícil. Sigo, creo que seguimos, echándola de menos.

En algunas de tus novelas aparece Cuba como un Oasis. ¿Cuál es tu relación con Cuba hoy en día y qué supuso la muerte de Fidel?

No creo que la palabra exacta sea “oasis”, diré que es una referencia porque es un intento que está en este mundo, que no está fuera, en la tierra de los deseos, y eso lo hace muy valioso. Oponer a lo que hay lo que no existe siempre es más fácil, pero confunde porque olvidamos lo que cuesta llegar. De Cuba podemos aprender eso, las dificultades del camino y también lo que han conseguido: ser, por ejemplo, el único país donde una baja huella ecológica va acompañada de un alto desarrollo humano. Y lo que podría conseguir si se allanaran parte de las dificultades impuestas por otros países. Mi relación con Cuba ahora es menos continua, porque la vida nos lleva por caminos raros, como dice la canción, y hay tantas cosas que hacer, no por ningún motivo de otra clase. No conozco bien la situación actual; por lo que sé, sí se está manteniendo una tensión de resistencia ante las presiones, aunque ya dijera Fidel que en el capitalismo no puede haber urnas de cristal. Una sola Cuba en un entorno de capitalismo globalizado ha de estar inevitablemente atravesada de grandes contradicciones. Lo estaría menos si hubiera más intentos, más laboratorios de otras formas de vida.

Deseo de ser punk fue una novela que leímos con muchas ganas cuando salió. Martina, la protagonista, a pesar de ser algo más joven que nosotras, la sentíamos muy cercana. Por fin una chica con mundo interior (¡como teníamos todas!). Y como Martina nosotras también nos sentíamos “chicas raras” ¿Qué piensas de las chicas raras de nuestra literatura? ¿no somos en realidad todas un poco “chicas raras”?

La normalidad es una construcción social casi siempre al servicio de quienes dominan. Por eso las mujeres y también las personas no binarias hemos solido ser raras, no dominábamos, aun cuando haya zonas de intersección a través de las que algunas sí hayamos participado en actos de dominio. Por otro lado, chicas raras, bichos raros, la vida te lleva… o lo raro es vivir, son formas de contar, creo, que la vida puede ser fascinante y muy triste, y que lo sabemos.

LA NORMALIDAD ES UNA CONSTRUCCIÓN SOCIAL CASI SIEMPRE AL SERVICIO DE QUIENES DOMINAN

Martina se expresa y se reivindica a través de sus gustos musicales, algo que hasta ahora hemos leído en pocos personajes femeninos. ¿Cómo construiste a esa Martina adolescente y melómana? ¿Crees que a partir de ahora veremos más personajes iniciáticos femeninos con esa característica hasta ahora tan masculina?

Ojalá que sí, y probablemente ya existan bastantes en textos que no logran una gran potencia de difusión, porque proceden de otros países cuyos libros apenas nos llegan, o por otras razones.

¿Existe el padre de Vera? (nos mata la curiosidad jajajaja)

Deseo de ser punk está dedicado a la memoria de Luis Salarich. El padre de Vera está inspirado en él, en un amigo que murió y que sí, tenía muchos rasgos en común con él, aunque otros procedan de la imaginación, y de proyectar algo parecido a su mirada sobre situaciones que él no vivió.

El año pasado fue best seller en no ficción Mujeres y poder de Mary Beard y meses antes se publicó Quédate este día y esta noche conmigo donde reflexionas sobre el poder de Google. ¿Cómo crees que podría construirse el poder desde los feminismos?

Es una pregunta inmensa y muy necesaria. Numerosos textos y personas se lo han planteado, desde los más actuales sobre ecofeminismo hasta el clásico La tiranía de la falta de estructuras de Jo Freeman. Al hilo de su título, diría que existe también una tiranía de la falta de estructuras imaginarias: terminamos siempre volviendo a procedimientos como el asamblearismo o el partido, sin lograr avanzar demasiado a la hora de corregir los fallos evidentes que ya conocemos. A veces he imaginado, por ejemplo, un coro griego enmascarado, hoy se haría, quizá, mediante voces distorsionadas de personas ausentes de la habitación, un coro capaz de cantar varias verdades semanalmente a cada persona con cierto grado de poder y, de este modo, evitar los servilismos, los temores, los lazos que se crean y todo lo que hace que la persona poderosa termine rodeada de una camarilla que teme contradecirla o que está tan en sintonía con ella que ni siquiera alcanza a imaginar soluciones diferentes. Es sólo un ejemplo para contar que necesitamos abordar el problema del poder de forma práctica, porque se avecinan tensiones fuertes y necesitaremos fuerza, y la fuerza que se quiere justa precisa organizaciones evolucionadas y capacidad de actuar.

EXISTE TAMBIÉN UNA TIRANÍA DE LA FALTA DE ESTRUCTURAS IMAGINARIAS: TERMINAMOS SIEMPRE VOLVIENDO A PROCEDIMIENTOS COMO EL ASAMBLEARISMO O EL PARTIDO, SIN LOGRAR AVANZAR DEMASIADO A LA HORA DE CORREGIR LOS FALLOS EVIDENTES QUE YA CONOCEMOS

En la relación tan especial de Mateo y Olga vemos una intención clara de no encasillar a los protagonistas en una relación sentimental o de amistad al uso. ¿es así? Por otro lado, en El padre de Blancanieves uno de los personajes dice al hablar de Los NNormales: “Esto que soy no me calma”. Pero posteriormente admite que lo hubiera dejado todo por Eloísa. Todo. “Porque Los No Normales podemos ser una mierda por amor o por egoísmo”. ¿La revolución real llegará cuando prescindamos de la pareja exclusiva tradicional y de la familia nuclear? ¿llegará cuándo seamos capaces de construir relaciones más parecidas a la de Mateo y Olga?

Al escribir y leer historias tratamos de encontrar en ellas lo que no es sencillo enunciar con palabras, digamos, quietas o sin narración, porque perdería todos los matices de la vida. Es lo que hace distinta una novela de una entrevista. Entiendo que os referís a la importancia de las relaciones personales en cualquier cambio político, lo que ocurre es que todo está relacionado y tal vez en otra situación política fuera más fácil construir unas relaciones personales nuevas, o tal vez esas relaciones diferentes ayuden a imaginar mejor y a realizar las transformaciones. Chicho Sánchez Ferlosio cantaba: Si las cosas no fueran/ tan enojosas, si quedara más tiempo/ para otras cosas/ que no fueran andarse/ desesperando y abominar del mundo/ de cuando a cuando”. Y luego, sobre vuestra pregunta, decía: “Si pudieran curarse/ ciertos humanos/ del vicio de adueñarse/de sus paisanos”. Ese vicio es político y, a la vez, la política sería distinta sin ese vicio. Por eso creo que merece la pena indagar o en una o en otra o en las dos direcciones, y que los tres intentos son válidos.

Tus novelas tienen personajes que no son nada maniqueos. ¿Cuál es el objetivo de mostrar luces y sombras de absolutamente todo el mundo que retratas? ¿Cuáles son las ventajas de dar voz y no encasillar ni a los personajes aparentemente más casposos?

Es algo con lo que me debato en cada texto porque entre la explicación y la justificación hay línea muy delgada. Creo imprescindible que los comportamientos de los personajes no obedezcan solo a un estereotipo, digamos a un silogismo falso de la clase: “un tipo casposo haría esto”, sino a un pensamiento narrativo que trata de encontrar al menos parte de la cadena de causas, emociones y pensamientos que producen determinados efectos. Ahora bien, como digo, es importante hacerlo con honestidad y no olvidar que a veces la razón de que un personaje haga algo es el mero interés sin más lírica, o bien que aunque pueda haber razones y emociones sutiles y ligadas, qué se yo, a su primera infancia, en determinadas ocasiones ese vínculo ha de perder relevancia ante actos que no deben soportarse ni siquiera con palabras, por ejemplo sacar provecho del sufrimiento ajeno.

En esta novela los personajes tienen acalorados debates en los que Mateo es vehemente y visceral en su forma de expresarse. Después de haber hablado acaloradamente, el personaje nos da el gusto de frenar y repensar sus formas. ¿Nos da miedo el exceso de pasión, lo inesperado de la falta de control sobre nuestras razones o perder la razón si no argumentamos de manera sosegada y pausada? ¿Hay una forma “correcta” de expresar opiniones? ¿Cuáles son las líneas rojas?

No creo que haya una “forma” correcta de casi nada si hablamos de la vida y de la vida humana, pues las variables son incontables. A mi modo de ver no hay forma y contenido separados y eso también afecta a los modales, decir algo cruel de manera educada es tan turbio como decir algo amable de manera agresiva pues el qué y el cómo se funden antes de generar los significados, ni siquiera la razón está separada del para qué. Por así decir, el sosiego es importante, y las pausas, y aquel título, El descubrimiento de la lentitud, pero solo si están enraizados en un reconocimiento de la existencia del cuerpo ajeno, de eso que no es yo, reconocimiento éste mucho más infrecuente de lo que pudiera parecer. A veces alguien debe romper cosas para que ese reconocimiento suceda.

Uno de tus personajes dice: “En el hecho de que unos pocos decidan y se apropien del trabajo de la mayoría, empiezan los problemas” ¿Qué piensas del trabajo? ¿Abajo el trabajo?

Me ha interesado particularmente el libro de Naiara Puertas, Al menos tienes trabajo, pues nos lleva la mirada a los hechos relevantes y una vez ahí abre caminos imprescindibles para pensar hoy, algunos los recuerda, otros los inventa y todos importan; por ejemplo cuando subraya la expresión “sentirse valorado”, las historias que recoge a partir de esa expresión muestran que el predominio del valor de cambio sobre el de uso forma ya parte de las subjetividades. Al mismo tiempo, me interesa su reflexión sobre su propio texto pues atañe a la labor de todas las personas que escribimos. Dice Puertas en una entrevista, con respecto a la narración del trabajo: “Al final no me ha quedado más remedio que afirmar la radicalidad en la literatura porque me es muy difícil encontrar cómo volcarla en algún tipo de acción que modifique el curso de las cosas”.

¿Nos puedes adelantar en qué estás trabajando ahora?

No, no puedo, aún no sé qué voy a hacer.

  BEATRIZ EFE, MARÍA UNANUE Y ALBA PÉREZ

Fotografía: MAURICIO RETIZ