En torno a Radio Güira
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Hay un brillo. Un juego con el ritmo. Qué pasa si un señor mayor (Juan Luis Guerra tiene 66 años) acelera la canción hasta un ritmo enloquecido. Mambo. En el baile siempre hay un brillo de piel y otro brillo de ojos. Lo que no se puede bailar simplemente no es música. Mal que les pese a algunos. También hay, como en Baptiste, ese otro juego. El radiofónico. Tanto hablar de plataformas y de que ya no hay discos porque las plataformas te fuerzan a sacar canciones. No como con las radiofórmulas que te ponen el disco entero por su orden, absolutamente contextualizado y sacralizado. Llevamos escuchando música así décadas y décadas. Los señoros siguen fingiendo nosequé para no tener que sacar la nariz de su ombligo. Mientras tanto Juan Luis Guerra, sin ser lo que ninguna consideraríamos un ejemplo de progreso, resulta que aquí sigue. Probando. Él le dio la vuelta a la bachata. Quitándole esa fama de música para pobres analfabetos caribeños. Analfabetos éramos nosotros pensando aquellas chorradas. Pero hemos aprendido. Lo del brillo. Lo del baile. Lo de girar en el mismo eje que otro cuerpo. Una mano que te guía sutil para volver al centro.
Más radio. Gente que llama pidiendo canciones. Más ritmo enloquecido. Resulta que hace ya mucho que JLG trabaja mano a mano con su pianista que también es su directora musical y productora . Diría que una década, ¿cuánto hace ya de Bachata en Fukuoka?. Y resulta que la mano de Janina Rosado se nota. Se nota para bien en alguien que ya era una estrella deslumbrante de otro de esos estilos que según el canon no hay que tener en cuenta. Pues OK. Nosotras a nuestras cositas de amor. La sencillez de un pedacito de melodía. El ostinato. Parabara. Todo el día el parabara en la cabeza. Cositas de amor. Y vuelve el brillo del metal a este EP que casi se acaba. Merengue aliñado. Merengue de los bonitos de bailar. De los que se te hacen cortos. Vengo de escuchar un disco donde a los 2 min de todas las canciones he pensado “pero qué larguísima es, cuánto llevamos ya de lo mismo” y la he pasado. Sin embargo esta canción de folclore bajuno, prescindible (le llaman canon también al racismo y el clasismo), una canción dominicana dura 3.11 y cuando acaba pienso “pero por qué es tan corta”. Y la vuelvo a poner. Sé por qué. Claro que lo sé. Pero no quiero volver a hablar ahora de la presunta “alta curtura musical” y sus estructuras repetitivas, cansinas y sin imaginación. Diré solo que es una forma de karma: su cerrazón les deja sin oportunidades de probar cosas. Ese miedo irracional ante la posibilidad de que a alguien se le ocurra bailar la música. Mientras tanto, Juan Luis Guerra nos regala un blues. Acaba el EP. Lo vuelvo a poner.
Me he sentado a escribir el epílogo otoñal de #librosparaverano pero Radio Güira me ha obligado a levantarme a bailar. Volverme a sentar a bailar con mis dedos en las teclas del portátil. Mis dedos de uñas color flor de pascua saltando alegres al ritmo de todos esos instrumentos que nunca se molestan ni compiten unos con otros. En las buenas fiestas hay espacio para que unos hablen y otros contesten. Para darnos una tregua necesaria, respirar y poder seguir bailando. Dedos rápidos hombros y cintura moviéndose sin que mi cabeza parezca darse cuenta. Vuelve a empezar DJ Bachata. 3 min y medio de absoluta belleza para que no se nos olvide que pase lo que pase ahí fuera, es decisión nuestra sacar al otro a bailar, juntar mucho los cuerpos, mirarse a los ojos hasta que el alrededor se desdibuje mientras vuelves a girar. En el tocadiscos gira el corazón, en la pista giran los cuerpos, en el universo giran los cometas. Hay órbitas y hay música y a lo mejor solo queda eso. Ayer los médicos que todavía siguen vivos en Gaza, se grabaron cantando. Radio Güira es el EP que necesitaba escuchar este 4 de noviembre con el temporal (el literal y los otros) sacudiendo fuera.