Epílogo otoñal a los #librosparaverano 2025
Al final esta edición de #librosparaverano 2025 fueron 30 elegidos (los 29 de esta lista y “Black Water Sister” que le había pedido a Mir que me guardase pero no lo recordaba).
Dije que iba a leer 20 o 22 de esa lista. Conseguí leer 24, me parecen muchísimos dadas las circunstancias. Vamos al lío.
Empecé el verano leyendo “La mora de Jerusalén” que te permite entender hasta qué punto Israel lleva cargándose las vidas, las historias, las tradiciones y los legados del pueblo palestino. Y aprovechando sus recursos. Es un libro interesante, más en estos tiempos. Un libro que elige, yo creo que con acierto, hacer política desde un sitio digamos pequeño. Las vidas de las gentes, los árboles de las plazas donde las criaturas juegan, los caminos. Lo que hace que tu vida sea tu vida, lo primero que se pierde, lo que no sale en los telediarios pero debería salir porque igual así no llegábamos a ver en el telediario la desnutrición, los ríos de sangre, el miedo, los supervivientes como cadáveres que aun respiran de milagro. Yo qué sé. Es 2025, cada vez más gente dice ser “apolítica” o “no meterse en política”. Política es cuando vienen unos señores armados y te echan de tu casa para dársela a otros señores y a eso le llaman “asentamientos de colonos”. Un día, José Luis, te pasará a ti algo así de horrible y alguien te dirá que “no se mete en política” y a lo mejor así entiendes hasta qué punto te metiste en política. Pero de la peor forma posible. Cobarde y cruel.
Después vino la primera decepción del verano. La culpa fue mía. Esperaba muchísimo de En la cabaña. Porque no es frecuente que a Miren y a Ana les entusiasme a la vez tanto el mismo libro. Esperaba algo excepcional. No me lo pareció. Es el típico libro que me habría flipado hace 20 años. Pero yo estoy en otro sitio en muchas cosas. La conclusión de una mujer que se aisla es obvia: sin lo comunitario no somos nada. Y hay un alegato ecologista interesante, nada panfletario. Pero yo qué sé. Es un relato. Y como relato no me secuestró. Estoy muy mal acostumbrada, afortunadamente
Los cuentos de Terramar en cambio eran justo lo que esperaba. Úrsula siendo Úrsula. No será nunca mi favorito suyo y aun así lo leí con gusto, me trasladó desde el principio a esa especie de fábulas. Su sutileza para reírse de los mitos del amor romántico en uno de los cuentos me pareció brillante.
La abundancia del deseo. Incomodó muchísimo a algunos hombres en los dos viajes de cercanías que tardé en leerlo. Mientras ellos me hacían saber su incomodidad, yo estaba comodísima y mucho más cerca de Lust que de Torres. Pero claro, soy solo una chica hetera. Y a mi pequeñísima escala sí he vivido eso que cuenta Lust de cuando algunos señores descubren que hay otras formas de desear y lo que pasa cuando las mujeres somos sujetos de deseo, no solo objetos. No siempre les gusta. A mi sí.
Aunque ya supiera el final es la novela perfecta para un chica que veía Embrujadas con fascinación (hasta que empezaron a hacer cosas rarísimas con las tramas para estirar el chicle) y a la vez, en paralelo, en los mismos años, estaba fascinada con Sam Spade. Porque las dos cosas siempre fueron compatibles y yo con 18 años eso ya lo tenía clarísimo. Ahora que tengo 45 me enorgullezco de no haberme dejado arrastrar en plan amiga de los muchachos a aquellas lógicas absurdas de hombres que ni veían Embrujadas (eso es de tías) ni leían a Dashiell Hammett porque no leían casi nada pero creían que los dos libros que habían leído ese año eran los únicos que merecían la pena de todos los que se habían escrito en la historia. Y así siguen muchos. Digo demasiado que no me gusta cierto género literario pero después de tantos años dejándome aconsejar por vosotras he descubierto que lo que no me gusta en realidad es la forma en que los señoros lo enfrentan. O sea, lo de siempre.
Me llevé al Jazzaldia El accidente y también se me quedó un poco en medio de ninguna parte. Ojalá editoras valientes. Ese relatito de Lacasa habría mejorado mucho con un par de detallitos, creo yo. Hay problemas técnicos con la voz que narra y que creo tienen que ver con contar algo que tiene parte de biográfico y tratar de alejarlo de ti con recursos un tanto simplones que terminan quitándole potencia al texto original sin conseguir el objetivo que se pretendía. Entiendo el miedo a exponerse pero me hubiera gustado leer el manuscrito original, con la artillería pesada.
Leí Nadar cerca del mar, antes y después de nadar en una playa en Donosti. Es un libro que no me atrevo a recomendarle a nadie. No sé cómo explicarlo. Si has nadado seguido un tiempo suficientemente largo, si te gusta nadar, si eres capaz de entrar en ese trance raro de la gente cuando nada un rato largo, vas a conectar muchísimo con una forma de narrar muy rara. Está muy elegida porque va a contar algo terrible. Muchas cosas terribles. O las va a insinuar, con esa fragmentación con la que una rumia ciertos dramas mientras hace largos. Es un libro duro que no lo parece, que no estoy segura de que alguien que no nada pueda comprender. No sé. A mi me sorprendió, me interesó, me impactó. Me dejó una huella similar a la que me dejó “El vestido azul” de Desbordes que también editó Periférica, que también leí en otro Jazzaldia, en la misma playa. La forma en que algunas mujeres eligen narrar ciertas violencias es siempre impresionante, en varios de los sentidos de la palabra.
Tras Nadar empecé, en esa misma playa, un poco después, En Grand Central Station me senté y lloré. Otra de mis decepciones del verano. Esperaba muchísimo de esta historia. Es un libro fundamentalmente cursi, escrito por una mujer que me cae muy mal porque es cruel consigo misma y con otras mujeres. Porque le llama amor a cosas que no tienen nada que ver con el amor. Porque intenta justificar decisiones terribles para todo el mundo con un presunto amor que no siento que sienta. Tiene que ser deprimente que toda tu vida, todo lo que tú eres, lo que quieres dejar en el mundo termine siendo nada: me gustó un señor y decidí agarrarme a eso para buscar la trascendencia. No sé, es que creo que es un libro tan de “la única entre los muchachos” que me cabrea su fama. Pero ya sabéis que yo soy muy especialita para ciertas cosas. Qué le vamos a hacer…
Y justo después de la decepción llegó a mi vida Dahlia de la Cerda. Dudo que se vaya nunca de ella. Me ha fascinado Perras de reserva. Me ha fascinado su uso del lenguaje, su brillantez, la inteligencia para usar sus relatos y contarlo todo. El racismo, el clasismo, el machismo, la pobreza, la violencia, cómo se sobrevive cuando se tiene el miedo tan dentro del sistema que apenas se percibe o se nombra como miedo pero es solo eso. Miedo. Terror. No sé cómo explicarlo. En estos relatos hace una crónica de México sin usar ni un solo tópico y sin olvidar tampoco ninguno de los elementos que hay debajo de la creación de esos tópicos que tenemos interiorizados quienes no conocemos el país. Mientras escribo esto tengo dos libros de Dahlia a mi lado en la mesa. Sé seguro que los leeré antes de que termine este 2025.
Volví de Donosti y tuve demasiado tiempo en el salón de la casa de mis padres Naftalina. El comic de Sole Otero solo tiene de mala la tipografía, pero es algo tan malo que complica mucho la lectura. Me da pena que pasen estas cosas, la verdad.
2025 será en mi cabeza ya siempre el verano de la Trilogía Espacial.
Por qué, diréis vosotras, bueno, porque leí el mismo verano, casi seguidos, Una memoria llamada Imperio, Orbital y Para aprender, si la suerte nos sonríe.
De los tres el que menos me ha gustado con diferencia es Una memoria llamada Imperio y me ha gustado mucho. Lo he disfrutado mucho. Me hace gracia cómo su autora tiene una sencillez narrativa y en su concepción de la novela que no está en quienes la glosan. Eso me gusta. Yo creo que Arkady se explica a sí misma por qué le pasan ciertas cosas que le pasan. Por qué ciertas fascinaciones y para explicarse eso se cuenta una historia que le gustaría leer. Una historia divertida, emocionante, fresca, inteligente, muy bien contada. Sin ínfulas. Me gusta cuando un libro toca tanto a la gente (ejem, los hombres) que lo lee que necesita intelectualizarlo de una forma genérica, apartarlo de sí mismo para que duela menos. Quiero leer la otra parte de esta historia y cómo Arkady se sigue riendo de toda esa gente tan sesuda haciendo un folletín espacial y poniéndolo explícito en el texto. Me cae muy muy bien la autora de leer a sus personajes, me he reído mucho leyendo esta historia y admiro mucho su inteligencia y su capacidad para hacer pasar por complejo algo que en el fondo es mucho más sencillo y, precisamente por eso, poderoso.
Después está Orbital, esa cosa lírica, filosófica. Una novela donde su autora se esfuerza por narrar un silencio que desde la tierra no se puede ni imaginar. Una mezcla entre vértigo, velocidad y lentitud que también he encontrado brillante. Una de esas novelas que al canon macho no le gustan porque “no pasa nada” no hay acción pero si hay acción porque las cosas, en la vida, pasan de muchas formas, algunas de ellas invisibles y narrar eso es dificilísimo. Ese juego de distancias que crea me interesa tanto... Me hizo pensar en cosas que no tenían nada que ver con la historia. O sí.
Y por último Para aprender, si la suerte nos sonríe. Una de las novelas más bonitas que he leído en los últimos años. Otra novela que se enfrenta al canon de la mejor forma que se puede una enfrentar al canon. Haciendo lo contrario de lo que el canon aprecia y consiguiendo que el resultado sea maravilloso. Todos los personajes son buena gente pero ningún personaje es perfecto. Cada uno por sí solo no valdría para nada. Juntos llegan lejísimos, pueden con todo. Creo que no he leído ningún tratado mejor sobre el ego que este libro. Me ha hecho unir muchas de mis intuiciones y convertirlas en algo que me acompañará siempre. Voy a conservar este libro como objeto físico en mi vida siempre que pueda. Quiero volverlo a leer dentro de unos cuantos años a ver qué pasa. Chambers tiene algo de visionaria que creo que, en los tiempos que corren, ya solo te da un feminismo interesccional (o sea un feminisimo) que atraviese todo lo que intentas hacer en tu vida. Me interesa eso también. Leer los agradecimientos del libro es tan emocionante como leer el propio libro. No sé, solo por haber llegado a este libro ya merecería la pena todo este jueguecito. Pero es que además de este me habéis dado muchos más.
Siguiendo con las trilogías leí La guerra de la amapola , parte de una trilogía de verdad, y no de una que yo me he inventado expandiendo el concepto de trilogía a mi antojo. Lo leí buscando cómo empezó en la literatura la autora de Amarillo. Es increíble que esta sea la primera novela de alguien escrita con 22 años. Hay hombres que escriben una superconstrucción así en su madurez. Y no les queda un tratado sobre racismo y clasismo tan preciso y a la vez tan absorbente. Quiero leer los otros dos de la trilogía aunque algunas ya me habéis advertido que la calidad baja, aunque sean dos tochos incómodos como objetos. Igual busco versiones digitales. Lo que tengo claro es que voy a seguir leyendo cualquier cosa que Kuang publique. Creo que tiene un recorrido como escritora del que quiero ser parte aunque sea como observadora.
Y si este no hubiese sido el verano de la trilogía espacial quizá hubiese sido el verano de la herstory novelada porque qué dos maravillas son “Las bibliotecarias del frente” y “Al otro lado de la línea” para explicar eso que no nos cansamos de repetir. Las mujeres están siempre en todos los momentos de la historia haciendo de todo. Luego los señores fingen que estábamos en casa haciendo té mirando por la ventana o la entrada de la caverna, entre suspiros esperando a nuestros maridos y listo. A seguir con el teatrillo. Ambas son dos novelas increíblemente bien escritas en fondo y forma. Las bibliotecarias del frente novela el trabajo de algunas mujeres de USA encabezadas por la heredera lesbiana de JP Morgan que usó parte del dinero de su padre para cosas importantes. La novela además aprovecha para hablar sobre sororidad, síndrome de la impostora, amistad, amor, pérdida, tristeza, valentía y todas las cosas que hacen a la gente humana.
Al otro lado de la línea une el trabajo que muchas mujeres hicieron en USA en los 70 para ofrecer una salud sexual y reproductiva a sus compatriotas y los pocos hombres dignos que las ayudaron de verdad. Los personajes son inventados pero las historias existieron. En USA en los 70, había redes organizadas para hacer abortos clandestinos seguros e informados. Lamentablemente es altamente posible que estén volviendo a existir. Por pura supervivencia. Leer esta novela ahora es un viaje mucho más difícil que haberla leído cuando su autora la estaba escribiendo y no nos imaginábamos hasta qué punto la misoginia fascista iba a hacer retroceder el mundo.
Aprendiz de Villano es una novela de aeropuerto. Entretenida. Divertida. Con bastante retranca sobre los conceptos del “bien” y el “mal” y quienes los determinan pero una novela fácil de leer en un par de ratos tontos. No te cambiará la vida ni falta que le hace. Tampoco te cambiará la vida Black Water Sister, pero también es una novela perfecta para leer mientras un avión o un tren se retrasa. Es una novela sobre la homofobia, el miedo y cómo la idea de “respeto” que tienen algunas personas consiste solo en que todos tenemos que vivir como a ellos les parezca bien o atenernos a las consecuencias. Y sobre usar la violencia defensiva. Un tema que me apasiona porque tengo la absoluta seguridad de que una mayoría de hombres se comportarían de forma radicalmente distinta si supiesen que sus mierdas no iban a quedar impunes.
En mis veranos es frecuente leer a Ginzburg. Este Domingo. Relatos, crónicas y recuerdos, ya lo dije en el Cielitolindo, es un libro sobre la miseria en todos los sentidos. La miseria de la Italia fascista y de la posguerra en aquel país. Leer este libro viviendo lo que estamos viviendo da bastante pánico. Toda esa grisura violenta y sí, lo voy a volver a decir porque no encuentro una palabra más precisa, miserable, se nos está echando encima y ya sabemos, la historia nos lo cuenta, cómo evoluciona esto.
También es bastante deprimente leer a Gornik escribiendo sobre feminismo en los 70 y volver a constatar que no ha habido ni siquiera tantos avances como intentan hacernos creer. Pero como digo siempre, las feministas, el feminismo, vamos a seguir luchando siempre. No nos vamos a ir a ninguna parte por más que ya no estemos de moda ni siquiera de esa forma manipuladora en la que el feminismo estuvo de moda brevemente en 2018. Por qué algunos hombres odian a las mujeres tiene, para compensar la depresión, una de las hostias más sonoras contra el canon de los cojones que he leído nunca. Y ya sabéis que las hostias al canon me parecen una forma de activismo absolutamente imprescindible.
Tenía miedo de que Han cantado bingo me defraudase. Ya conté por redes las razones. Lana Corujo escribe sobre el duelo consiguiendo que ciertas estrategias editoriales no se carguen su trabajo. Me ha gustado este libro. No me ha gustado nada que sus editores no le aconsejasen poner años en vez de edades para ahorrarnos a los lectores las elucubraciones/adivinaciones que se explican en una nota final que me molesta. Pero me interesa saber qué hará Corujo en el futuro. Y hay pocos libros sobre el duelo. Este es uno de ellos.
Después de mi fascinación espacial no estaba segura de que al final del verano fuesen a quedar libros tan buenos. Pero aún había en la lista mucha artillería pesada que me dio tiempo a leer entre baño y baño cantábrico.
La marca es una novela sobre lo mal entendida que está la empatía. Sobre el individualismo como un cáncer que puede destruirlo todo. Sobre el miedo de los hombres a hacer su puñetera parte y cómo ese miedo va a llevarles a ellos mismos también al horror más absoluto. Es una novela muy inteligente porque estoy segura de que no incomodará a los señores aunque debería. Mi pregunta es si los señores son lo suficientemente inteligentes como para captar el mensaje profundo del asunto. Y me gustaría pensar que sí pero realmente pienso que no (ya, ya sé que tú, José Luis, lo has pillado todo perfectísimamente, de verdad que no necesito que me lo aclares y no te voy a poner un pin por semejante hazaña. Y también sé que tú, Luis José, opinas que quien no ha entendido la novela soy yo. Lo que pasa es que me da igual)
Podrías hacer de esto algo bonito será también insignia de este verano. Siempre irá unido a una semana concreta de agosto. Me ha gustado mucho leer a Maggie, leerme a mi a través de ella. Hay decisiones que las mujeres tomamos a veces sin darnos cuenta sobre formas de estar en el mundo y un día descubrimos de pronto que no negociar sobre esas decisiones es la única forma de salvarte de según qué desastres. El ex marido de Maggie es un gilipollas y ella asumió ese mito que nos cuentan: que su amor sería suficiente. Luego entendió que no, que querer a alguien es imposible si dejas que ese alguien te destruya. Que es imposible volver a querer a nadie si te destruyen y que es sano dejar de querer a la gente que intenta destruirte o incluso a la que te trata bien. Son cosas que pasan en la vida. Igual que es sano asumir que el amor cambia. Eso que tantos señores no saben asumir. Suele coincidir con señores que no han querido de verdad nunca a nadie. Maggie ha escrito un libro duro y a la vez luminoso de cómo sobrevivir a una traición, a un proyecto vital que alguien rompe sin cuidado, con sadismo. Intentando no ser cruel ni vengativa, siendo absolutamente generosa con un ser despreciable. Y no, no saco estas conclusiones de lo que Maggie cuenta en el libro. Aunque ella no lo nombra, no es tan difícil encontrar al angelito en google. Y Maggie es extremadamente generosa con él. No creo que sea bondad. Creo que es una estrategia que muchas mujeres utilizan para que no se las acuse de despechadas. Los hombres, por lo que sea, nunca son descritos como despechados hagan lo que hagan. Personalmente estaría iracunda y despechada si el padre de mis dos hijos con quien llevo media vida se comportase como se comporta este fulano. Y personalmente también usaría mi ira y mi despecho para intentar destruirlo. Pero Maggie hizo de eso algo bonito. Y yo lo he disfrutado muchísimo. Le agradezco su decisión, la verdad. Y espero no tener nunca que estar en una tesitura similar a la suya.
Y ya de vuelta a Madrid Atusparia vino a mi vida a deslumbrarme otra vez, mientras septiembre acortaba los días y la golden hour parecía durar media tarde, Gabriela Wiener y su prosa y sus experimentos a la vez controladísimos y muy locos iban seduciéndome sin remedio. No había leído nada de Wiener y ahora quiero leerlo todo. Wiener no haría algo bonito si osases defraudarla. Probablemente tampoco si se defraudase a sí misma. Es dura. Implacable. Y a la vez está llena de humor, de sutileza. No sé. Qué maravilla que haya tantas mujeres escribiendo tantas cosas tan distintas, tan interesantes, tan originales y tan absolutamente potentes.
Qué suerte haber tenido un verano entero para vivir todo esto. Qué suerte teneros al otro lado poniendo libros en mis listas. Formando parte de mis veranos, o sea de mi vida, para siempre.
Quienes lleváis aquí el tiempo suficiente ya sabéis que esto no es una forma de hablar, que años después y a pesar de ser malísima para los nombres, soy capaz de recordar quienes me recomendasteis los libros que de verdad me marcaron. Este año sois muchas (personas). Gracias de corazón. Espero que sigáis queriendo jugar conmigo a esto el verano de 2026. Y que sigamos pudiendo.
Feliz otoño, criaturas!