#LibrosParaVerano 2020. La compra

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Como todos los años la compra es un mix entre la disponibilidad de los libros que me recomendáis, lo que me interesa y veo más adecuado para mi verano y que existan opciones alternativas (ebook baratongo, por ejemplo).

En general todos los años intento no elegir libros excesivamente duros para verano porque los buenos libros te afectan al estado de ánimo y prefiero los que me hacen pensar sin dejarme en pedazos dos días.

En invierno me importa menos, no sé muy bien por qué. Manías. Digamos. O la costra de salitre cantábrico y mi deseo de preservar esa sensación de felicidad infantil que ha mutado conmigo sin cambiar en lo esencial.

Total. Estos son los elegidos en el orden aleatorio en que los he sacado de alguna de las dos bolsas de tela en las que los he traído a casa:

  1. La casa del padre de Karmele Jaio. Si Seguer interrumpe la programación habitual no se habla más. Cuando las mujeres ficcionan sobre formas de “ser hombre” siempre pasan cosas interesantes. Veamos

  2. La plaza del diamante. Mercè Rodoreda. Voy a intentar leerlo en catalán pero he pensado que quizá sería más sencillo si lo leo primero en español. Es algo que ya hice cuando aprendí a leer portugués. El primer libro para adultos que leí en portugués fue el cuaderno rojo de Auster que ya había leído en español. Y funcionó bastante bien. Me ayudaba. Es muy complicado que este libro no me defraude con todas las expectativas que tantas mujeres brillantes han puesto en él. Y a la vez intuyo que no me va a defraudar en absoluto.

  3. Celanire Cuellocortado. Maryse Condé. Este es el año de Condé en España y es también el año en que voy a terminar de leer todo lo que Rita Indiana ha publicado hasta la fecha. Dije que quería comparar ambos caribes. Lo haré. Y me voy a divertir con el experimento seguro.

  4. Nubosidad Variable. Martín Gaite. Ya he dicho más veces que este libro, sin querer, inauguró mi tradición de Libros Para Verano. Hace unos cuantos años dije que leería todo lo que publicó Martín Gaite como homenaje a razón de un libro por verano. Es algo que he ido haciendo. Dije también que este sería el último. Espero que no lo sea, que me queden muchos veranos. Pero estaba en la lista de Ahizpak para este fracaso de 2020 y me niego a renunciar al placer de releer esta joya de la literatura. No recuerdo más que las sensaciones, subida en una duna que ahora está protegida y en la que ya no es legal sentarse a leer mientras atardece. Terminé ese libro un día que empezaba a hacer realmente frío en la playa. No me di cuenta de nada pero acabé envuelta en una toalla de Cocacola en la que apenas cabía entonces y sigo sin caber.

  5. La entrometida. Muriel Spark. Miren vino con unos libros atados con una goma. Me recordó a mi abuelo y me dieron ganas de abrazarla otra vez pero me había quitado la mascarilla. Blackie Books ha tenido la decencia de no mencionar la relación o vínculo personal o literario de Muriel Spark con ningún señor peor que ella. La faja es rosa fluorescente, pero bueno. Nadie es perfecto. Dicen “una de las diez mejores voces de la literatura británica según The times” porque si traduces la frase textual de The times al español tienes que decir “Una de los diez mejores escritores en masculino genérico” y se entiende regular. Total. Parece una novela delirante e inteligente donde Spark se ríe de cosas que está entendiendo muy bien y que en realidad no le hacen ninguna gracia.

  6. Desierto Sonoro. Valeria Luiselli. Lo trajo Alba, insistió Beatriz Hoya. Son dos personas con muy buen gusto literario y muy distinto. Que a ambas les haya flipado esta novela me da muchas ganas de leerla

  7. El aroma de los libros. Desy Icardi. Tiene un formato terrible para leer en la playa. Es un libro bonito pero incómodo. Innecesariamente gordo. Vincula el sentido del olfato y el amor por los libros. Es de esos que me saltan a las manos y me leo aunque nadie me recomiende. No espero que me cambie la vida. Sí espero, en cambio, que me haga pasar 4h deliciosas

  8. Papi. Rita Indiana. Papi es la primera novela de Indiana. Nombres y animales me resultó tan brillante, tan delicioso y tan inolvidable el julio pasado que decidí guardar Papi para este verano. Para leerlo en Donosti, concretamente. Hubo unas semanas en que pensé que no iba a ser posible. Estoy empezando a pensar que sí. Espero que me impresione como todo lo que he leído de esta escritora brillante.

  9. Temporada de huracanes. Fernanda Melchor. Unos chicos asesinan a una bruja. Vamos. Lo de siempre. Me llama la atención que me recomienden libros que cuentan la misma historia de violencia contra las mujeres. Aún conservo cierta curiosidad por averiguar dónde está la originalidad. Empiezo a pensar que un día me voy a cansar de la agotadora narración de la misma forma de violencia. Pero queda margen aun. Bastante. Tristemente.

  10. La casa del mirador ciego. Wassmo. Si Seguer dice que es lo mejor del confinamiento pues no se hable más.

  11. De natura Florum. Lispector (ilustrado por Elena Odriozola) A los guardianes del canon Lispector les pone muy nerviosos. A mi me encanta no solo por eso. Y este libro, como cosa física, es una joya. Es probable que lo lea en algún tren.

  12. Conversaciones entre amigos. Rooney. Mucha gente ha insistido con este. Irlanda. Bohemia. Debería gustarme mucho. En otoño os cuento

  13. Las grietas de Jara. Piñeiro. Esta autora es la ganadora indiscutible de la lista de tuister de este año. Necesito averiguar por qué. He empezado por este. Dicen que tiene suspense. Me gusta el suspense.

  14. Niña, mujer, otras. Evaristo. Este es de los típicos que relego en la lista y luego me acabo arrepintiendo de no haber leído antes. Igual me sorprendo a mi misma y lo leo antes del Jazzaldia. Quién sabe...

  15. Los cuentos de Linnet Muir. Mavis Gallant. Miren lo trajo dentro de su goma. Si Miren me lo pone en las manos y Atwood y Munro dicen que fue un referente yo me quito el sombrero de entrada y leo.

  16. La librera y los genios. Una historia de NY. Steloff. Un libro que cuenta la historia de una librería neoyorquina por la que pasaron Stein y cummings, por ejemplo, es el típico libro que quiero leer cerca del mar.

  17. Cómo aprendí a leer. Desarthe. Tiene que haber un libro de Periférica en todos mis veranos. Se lo han ganado haciéndome disfrutar muchísimo con su exquisito gusto editorial y su don para rescatar autoras olvidadas, desconocidas, injustamente relegadas.

  18. Dos novelitas nórdicas. Ana Flecha. No compré el libro online durante el confinamiento con regalo porque quería comprárselo a mis libreras. Resulta que el karma me premió con la autora entrando por la puerta en el momento justo. El verano pasado nos encontramos en una terraza recóndita en Santander. Este verano espero que la librería no sea nuestro último encuentro. Elvira Lindo la ha puesto por las nubes, Pilar Bellver (que es una escritora y una mujer brillante) también. Espero que agote ediciones. Ana es una gran traductora, una mujer inteligente, divertida, aguda y maravillosa. Tengo tantas ganas de leerla...

  19. El arte de perderse. Solnit. Solnit es la autora de “Los hombres me explican cosas” y da la sensación de que ha escrito un libro de esos que a mi me gustan mucho. Igual porque cuando he llegado a alguna parte importante en mi vida ha sido “por casualidad” o “dejándome ir” contra los criterios de la aparente lógica. El arte de lidiar con la incertidumbre y la frustración. El arte de escuchar tus tripas. De aprender la diferencia entre lo que te han dicho que tienes que sentir, que está bien sentir, y lo que sientes de verdad. Y sobre todo el arte de elegir siempre a tu favor, o al menos de negarte a elegir en tu contra. Igual su libro no va de nada de esto. Pero eso lo sabremos en otoño.

  20. Natacha. Carnés. Es su primera novela. Y con esto, como me pasa con Indiana, habré terminado de leer todos los textos conocidos de este autor relevante de la Generación del 27 (masculino genérico como manda la Rancia Academia Española) de quien no oí hablar hasta 2015. Será casualidad que no salga en los libros. Si lees el primer párrafo de Tea Rooms y no te traslada al Madrid de los 30 de forma vívida yo ya no sé nada de nada. Veamos qué pasa con su novela debut donde probablemente sería menos brillante pero igual de prometedora.

  21. Las niñas salvajes. Le Guin. En este librito de formato incompatible con el mobiliario pero muy compatible con mis gustos veraniegos, Le Guin reflexiona sobre poder, vínculos y género. No sé, no hay que conocerme demasiado bien para entender que no iba a resistirme.

  22. La revolución de las flaneuses. Iglesia. Ya he hablado demasiado del concepto de paseo. De cómo no consigo traducir el concepto “own the city”. Poseer sin poseer. Pasear. Una de las cosas que echaba de menos estos últimos meses. No caminar. No el ejercicio. Pasear por pasear. Caminar sin rumbo aparente. Mirando alrededor, olfateando. Sentarme a tomar un café o un vino. Ver a la gente pasar sin fijarme hasta que me fijo. Espero que pronto podamos volver a pasear sin distancias ni mascarillas. Mientras tanto leeré sobre ese placer sencillo que resultó no ser tan sencillo.

  23. Territorio de luz. Tsushima. En vez de comprar Hozuki sobre una librería he comprado territorio de luz sobre una biblioteca. Hay algo referencial en mis lecturas de verano. Metalectura. Digamos. Y leer siempre a autoras japonesas.

  24. El olor del bosque. Gestern. Yo solo compro un ladrillo de 800 páginas para leer junto al mar si lo pone Beatriz Hoya en la lista. Espero que me dé tiempo a leerlo antes de que acabe el verano.

La pregunta ahora es cuántos de estos voy a conseguir terminar en los próximos 3 meses. Mi apuesta es que me quedarán 4 o 5 para la próxima temporada. Soy una optimista.

Una de las cosas que me encantan de este jueguecito es no saber por cuál empezar, cómo organizarlo. Qué se elige para 4h de tren al norte, qué se guarda para un festival de Jazz? Qué se deja para un 15 de agosto?

Cada año esa misma sensación de noche de reyes también en pleno verano.

Me hacéis muy feliz con todo esto!