#LibrosParaVerano 2022. Epílogo otoñal
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De la lista de 28 elegidos que en realidad eran 31 compré 27. Y de esos 27 he leído 18 este verano. Muchos y a la vez muy pocos. Este es el verano que menos horas he pasado tirada en la playa así que desde ese punto de vista he leído muchísimo. Pero más que cuánto importan otras cosas.
Maus es esa novela gráfica de la que has oído hablar tantas veces y tan bien que no te explicas cómo has llegado a los 42 sin haberla leído. Y un día decides que no vas a llegar a los 43. Leer Maus en un momento en que el mundo parece ir cuesta abajo te hace plantearte quién serás de verdad cuando llegue el momento. Una quiere creer que dará más importancia a hacer las cosas bien que a sobrevivir. Pero por si acaso Maus te recuerda que siendo mala gente, colaborando con el enemigo, utilizando a otras personas, a veces tampoco se sobrevive y otras se sobrevive para tener que seguir viviendo con la miseria.
Con Panza de Burro también tardé más de la cuenta. Tanto insistir con que era un libro imprescindible y originalísimo que me he resistido varios veranos. Me alegra haberme resistido. Panza de Burro es una novela maravillosa, una primera novela prometedora, pero no es esa obra nunca vista que nos cuentan los señores. Ya dije en tuister que es heredera del uso del lenguaje que hace Rita Indiana (leed a Indiana), que Abreu tiene voz propia y mucho que decir y que no necesita esa venta agresiva que le hacen quienes igual llevan leyendo los mismos 15 libros desde 1995. Estoy deseando saber cuál es la siguiente novela de Andrea y espero que no le pesen ciertos excesos.
Y quizá con Cauterio me ha pasado lo contrario. Creo que la novela de Lucía es mucho mejor de lo que me había parecido que sería leyendo sobre su lanzamiento en medios. Lijtmaer narra muy bien una historia con mucho detrás, es una mujer listísima que construye personajes (personajas) de esos a los que te enganchas desde el principio. No sé. Me sorprendió que me gustase tantísimo cosa que, si lo pienso, no deja de ser una tontería teniendo en cuenta que sus guiones para Deforme son una maravilla siempre.
Si tuviese que elegir el libro más impactante o más importante de este verano tendría problemas porque son varios. Parece que ha pasado una vida desde que terminé Kim Ji-young, nacida en 1982. Y también parece que no lo he terminado, que simplemente me lo tragué en dos bocados y se me quedó dentro, como parte de la estructura que me sostiene. A pesar de que podría ser un libro descorazonador, resulta que tienen todo lo que yo creo imprescindible para considerar que una obra de ficción es feminista. Y parte de ese todo es justamente esa idea digamos utópica de que es posible cambiar el mundo. Sin eso, igual, las novelas que ponen de relieve el machismo sirven solo para resignarnos. Es decir, sirven para mantener las cosas como están. O sea mal. Kim Ji-young te enfurece con esa furia de la que ya hablaba Chemali. Furia transformadora. Si tenéis cerca gente feminista a quien le gusta leer yo les regalaría este libro.
Entre los libros importantes de este verano está seguro La isla del árbol perdido de la turca Elif Shafak. Uno de los personajes, una narradora del libro, es una higuera. La isla del árbol perdido es una novela que te acaricia mientras te golpea. Este verano ardiente e infinito, este verano bélico con miedo al otoño que estrenamos, una piensa que si el mundo tiene salvación es gracias también a las personas que escriben según qué novelas. Capaces de mirar al mundo desde sitios distintos al propio ombligo. Saliendo del egocentrismo y mirando más allá de donde alcanza la vista. Leer en verano sobre árboles mediterráneos, islas mediterráneas y seres humanos capaces de luchar contra la destrucción reconforta a la vez que te recuerda la urgencia.
Llevo todo el verano repitiendo que una de las ventajas de salir del canon es que una descubre cosas sorprendentes. Cosas como hasta qué extremo cambia el punto de vista del narrador cuando quienes escriben son mujeres no blancas. Mujeres que obvian la primera persona o la tratan de una forma totalmente distinta. Mucho menos ensimismada. Nada ensimismada.
Algo que cada vez soporto menos de las canciones y las pelis y los poemas y los libros del canon, es su cortez de miras. Ese pretendido intimismo introspectivo que no es más que ego reconcentrado. La nada. Algo que no sale de uno mismo ni va a ninguna parte. Algo que ni cambia el mundo ni cambia la vida del emisor ni la del receptor del mensaje. Algo tan vacío como cursi porque finge emociones que cada vez menos consiguen maquillar el egoísmo infinito y cobarde que se esconde detrás.
Una lee Sensación térmica , que aparentemente es una novelita sobre el viaje de superación de la violencia machista que hace una mujer mexicana, y hasta en ese planteamiento tan aparentemente personal, resulta que está por todas partes lo colectivo. La mirada que intenta comprender las interconexiones, que intenta salir de la ratonera porque intuye que sin esa forma de estar en el mundo no hay esperanza. Ni personal ni global. Y sin esperanza qué más da tu ombligo.
Una lee El rey en la sombra sorprendiéndose a cada paso con esa forma de contar la guerra como desde arriba y desde dentro. Esa capacidad para narrar lo sistémico y cómo afecta a los individuos. No tanto porque los individuos como tal importen sino porque eso acaba reforzando al sistema a no ser que encontremos maneras eficaces de romper el círculo. El rey en la sombra va narrando en espiral todos los estallidos que hacen falta para que todo lo malo salte por los aires. Para darle al futuro una oportunidad de hacerlo mejor. Incluso aunque fracase.
Una lee Ekomo y piensa cómo puede una llamada a la rebelión feminista ser tan lírica. Ekomo es una mujer sola explicándonos con una narración mágica cómo justo ese es el problema. Y a pesar de ser un relato de una mujer narrando su viaje resulta que habla de todo lo demás, que sale de sí misma, que baila y vuela e imagina, una vez más, futuros posibles.
Una lee Mi hermana asesina en serie y donde la crítica encuentra humor negro, solo reconoce esa brillantez sarcástica de alguien que por fin lo ha entendido y ahora está buscando maneras de explicarlo. Maneras eficaces. Es una novela corta, fácil de leer, que te deja un poso precisamente porque debajo de la aparente ligereza hay un proceso sólido de toma de conciencia.
Estoy segura de que todos los libros de escritoras no blancas que tengo pendientes me harán pesar cosas similares. Y ya sabéis, claro, que os las contaré.
Pero además de lo importante está lo anecdótico. Qué haremos cuando en verano no tengamos novela nueva de Tey. Qué haremos cuando se acaben sus novelas de misterio. Cómo serán nuestros veranos sin la brillantez de esta escocesa juguetona. Puede que El hombre en la cola sea mi favorito suyo junto con "La hija del tiempo". Sí es mi favorito, precisamente por ese final que es una forma de guiñarnos el ojo desde el pasado.
Lo anecdótico como por ejemplo leer una novela donde la reina de Inglaterra es detective encubierta y resuelve un asesinato, un mes antes de morirse y convertirse todavía más en personaje. El nudo Windsor es un libro muy entretenido que convierte a la reina en alguien entrañable. A mi la reina de Inglaterra me parecía cualquier cosa menos una ancianita entrañable y por eso todavía me parece más curioso leer esta delicia de novela de misterio que no le cambiará la vida a nadie pero le hará a cualquiera pasar 3 horas sonriendo.
Y precisamente por eso he dejado este para el final. Porque opino que un buen libro puede cambiarte la vida o solamente hacerte la tarde feliz. A veces las dos cosas. Muy pocas veces.
Porque estoy harta de la eterna división entre alta y baja cultura. Porque esa forma de entender la cultura me parece clasista, snob y terriblemente equivocada. El mismo libro no nos afecta ni nos influye igual a distintas personas. Y esa es la gracia de la literatura, como es la gracia de otras manifestaciones artísticas: hay un diálogo con quien emite el mensaje, que establece quien lo recibe. Hay infinitos mensajes que recibir como hay infinitos contextos. La única cosa importante es que haya algo que contar en origen. Y sin eso leer no tiene sentido. Esa es la única cosa que hace de la lectura una pérdida de tiempo: elegir libros que no van de nada, ejercicios de estilo vacíos de autores que quieren ganar el Nobel. Ser recordados cuando mueran.
En unas horas empieza el otoño, tengo ya algunos libros elegidos para luchar contra ese riesgo de depresión de la falta de luz, los pies cubiertos. Seguiré buscando alternativas al canon por muchísimos motivos pero sobre todo porque cuanto más me alejo de ahí más feliz soy.
P.S. Además de los de arriba leí también: Mi marido es de otra especie (relatos inquietantes de una japonesa mucho más afilada de lo que parece a simple vista su prosa suave), El verano infinito (una alegoría del duelo a través de la luz que me gustó mucho), Punto de cruz (mujeres tejiendo redes), La librera del Cairo (que hace honor a su nombre, es decir, consiste en una librera del Cairo contando su experiencia vital. Ese libro me ha puesto en guardia de algo que hemos dado en llamar "El misterioso caso de los padres muy feministas", ya desarrollaremos durante el otoño), Us (el viaje de una pareja donde una de las personas que la componen asume que es trans y cómo superan las dificultades del proceso. Las lógicas de los cambios en la pareja, y las nada lógicas de la transfobia terrible en la que vivimos), El equipo de natación sincronizada (ese libro que leí por error, que no recomendaría a nadie, más raro que un perro verde y aun así un libro que me gustó leer), Los años oscuros (recuperar a un padre mientras lo pierdes)