El otoño llegó al Corte Inglés en agosto. Al calendario a finales de septiembre y a mis libros para verano ahora mismo, que ya es octubre.
Dije que me daría por satisfecha si conseguía leer 15 de los 23 (bueno, dije 25, pero eran 23 los que llegaron a tiempo)
Al final leí 18. No está mal.
El último fue Persuasión de Austen. Y se ha convertido en mi favorito suyo. Creo que volver a leer a Austen tantos años después tiene la ventaja de ser capaz de apreciar la maestría narrativa de aquella mujer en aquel momento, la capacidad para entender un montón de cosas que estaban mal en el mundo en que ella vivió y que siguen sin estar bien en el que yo vivo. Apreciar la sencillez profunda e irónica pero tan sencilla que hay que estar atento (masculino no genérico) para darse cuenta de la profundidad y la ironía. O leerla, vamos. No conozco a ningún hombre de mi generación que haya leído ningún libro de Austen. Bueno. Miento. Conozco a uno solo. Creo que la leyó por no oírme (o por oírme, si lo miramos desde otro lado). El estilo de contar de Austen, sin necesidad de abigarradas descripciones que no conducen a ninguna parte, sin aparentes alardes pero con ese don para explicar los comportamientos, para analizar los comportamientos es una maravilla. Vuelvo a decir que me fascina cómo estoy más cerca de Anne, la niña bien que tiene que casarse bien, que de esas mujeres que sueñan con italianos sobre las que escriben los raesaurios como si el género fuese en vez de literatura erótica ciencia ficción y la mitad de la humanidad no existiésemos en el planeta. Voy a releer a Austen, esa es mi conclusión.
Bueno. Llevamos una década jugando a este juego. Celebremos haciendo lo de siempre. Listas de libros. Dos listas, en concreto. Una con los libros que trajisteis desde tuister a mi vida y otra con los que saltaron a mis manos mientras buscaba los vuestros y también me cambiaron la vida. Quiero precisar que no incluyo libros importantísimos en mi vida que trajistéis a la lista después de que los hubiese leído por mi cuenta (por ejemplo casi todos los de Attwood o de Martín Gaite) ni tampoco libros que me gustaron muchísimo pero no tuvieron ese punto extra.
Como casi todos los criterios para elegir tiene algo de arbitrario. Pero... Allá vamos.
Así a lo tonto llevamos una década con este jueguecito maravilloso.
Ya sabéis cómo va: hacéis vuestras sabias recomendaciones que recojo en la lista de abajo, voy de compras y publico mis elegidos.
Me los leo (os doy la turra por tuiser también durante la lectura con fotos de páginas que casi nadie lee) y en otoño hago un epílogo con mis conclusiones.
Esta mañana decidí que para celebrar el aniversario además iba a hacer una lista de las joyas de todo este tiempo. Pronto en vuestras pantallas.
El año que pensábamos sin verano y acabamos teniendo verano. Verano raro de mascarillas y distancias. Mismo verano de jazz, Cantábrico y libros.
La vida, ya se sabe. Que no se sabe. Pero pasa, nos pasa y nos pasa sólo una vez. Y hay que disfrutarla todo lo posible siempre que se pueda, también en plena pandemia.
A mi leer me hace disfrutar mucho. Me hace la vida mejor en cualquier contexto y estado.
Pero como suele ser habitual en mi vida, en mis veranos, no leí todos los libros que compré.
Sí me dio tiempo a disfrutar de La Plaza del Diamante. De Rodoreda describiendo la Barcelona de preguerra, la de guerra, la de posguerra a través de una mujer que mira el mundo y siente el mundo que le rodea. Que parece no tener herramientas suficientes, no hacer profundas reflexiones. Parece. La prota de la novela es una mujer sencilla que te crees. Sencilla pero no tonta. Una mujer que abre bien los ojos, que sobrevive a su juventud ilusa, a su depresión.
Como todos los años la compra es un mix entre la disponibilidad de los libros que me recomendáis, lo que me interesa y veo más adecuado para mi verano y que existan opciones alternativas (ebook baratongo, por ejemplo).
En general todos los años intento no elegir libros excesivamente duros para verano porque los buenos libros te afectan al estado de ánimo y prefiero los que me hacen pensar sin dejarme en pedazos dos días.
En invierno me importa menos, no sé muy bien por qué. Manías. Digamos. O la costra de salitre cantábrico y mi deseo de preservar esa sensación de felicidad infantil que ha mutado conmigo sin cambiar en lo esencial.
Total. Estos son los elegidos en el orden aleatorio en que los he sacado de alguna de las dos bolsas de tela en las que los he traído a casa:
Este 2019 que termina he leído 40 libros por placer, una media de casi 31 páginas por día.
He conseguido mantener mi intención de leer al menos algo en los 3 idiomas en los que me defiendo.
En portugués, obviamente, la última novela de Peixoto. Mi hombre cuota, el que hace la lista “paritaria” a la manera en que los señoros entienden la paridad: si solo he leído a un autor hombre en los últimos 4 años será porque los demás no son lo suficientemente buenos como para merecer que les quite tiempo a las autoras.
Este 2019 pasará a la historia como el verano del casimilagro. Sólo he dejado a medias dos de los libros. Claus y Lucas. Es un libro duro. Mucho más adecuado para cualquier estación del año menos cálida. Pensado más bien para leer con una taza humeante y una manta en algún sofá con alguien al lado que te quiere lo suficientemente bieni como para dejarte leer tranquila. Claus y Lucas es un libro poco pensado para playas, trenes, siquiera metros. Hay una maestría en Kristoff, sin embargo, que me ha hecho reservarlo para el comienzo del otoño. Cuando termine de leer los testamentos de Attwood. Claro.