Por si hay alguien nuevo, la cosa, esta tradición que dura ya más de una década y que empezó como empiezan muchas cosas importantes, sin ninguna pretensión inicial más que jugar, va así:
1. Os doy la paliza un mes pidiendo por tuister que me recomendéis libros para leer en la playa o en trenes camino de la playa o en terrazas con vistas al mar, preferiblemente escritos por mujeres y que no sean ensayos.
2. Recopilo vuestras propuestas y me voy de compras.
3. Leo durante el verano
4. Cuando empieza el otoño os cuento mi veredicto.
Me encanta llevar escotes pronunciadísimos y pintarme los ojos con mucho brilli. También los labios rojo Marilyn y las uñas lacadas en colores fuertes. Me encanta bailar como si mi cuerpo vibrase desde dentro todo el rato.
Hago todas esas cosas libremente cuando me apetece. Todo lo libremente que es posible en este mundo. Pero soy consciente de que si hubiese nacido con otros genitales, en otro momento o lugar mi enfoque sería muy distinto. Probablemente como hombre me habría negado la posibilidad de probar a embadurnarme de purpurina porque los hombres con purpurina están mal vistos.
Probablemente miraría los escotes como algo que las mujeres llevan para ponerme cachondo y probablemente pensaría que una mujer que usa determinadas ropas o baila de determinada forma es “fácil” y va “pidiendo guerra”.
Alerta spoiler: hemos nacido y crecido en un contexto, nos hemos socializado en un contexto y ese contexto determina muchas cosas. Prácticamente todas las cosas.
Alerta spoiler vol 2: podemos cambiar todas esas cosas si queremos. Repito. Si queremos.
Hubo una época, hace décadas, en que me ponía escotes para gustar a los hombres. Fin. No me había parado a pensar si me gustaba a mi o no. Era algo que me habían dicho que a ellos les gustaba. Ser sexy era insinuar sin enseñar del todo, desabrochar el botón justo de la blusa, enseñar lo suficiente pero no demasiado. En eso me educaron y esa regla seguí hasta que me paré a pensar.
¿Qué me hizo pensar en todo esto? El feminismo. Una vez más.
Un par de semanas antes del 8M, un hombre me miró con cara de cordero degollado o de muñequito manga explicándome que la dureza de la violencia y la oscuridad de esa violencia que habían sufrido las mujeres a su alrededor le había tocado muy profundamente y le había cambiado y le hacían sentir asqueroso como hombre por ser parte de eso.
Yo, que soy una señora muy mayor y muy escéptica con esto de las “nuevas masculinidades”, dije lo que he dicho muchas veces en situaciones similares: no es cuestión de que te flageles, se trata solo de hacer tú distinto a partir de ahora. Cambiar algo.
Ese mismo hombre, una semana después, el 7M, comentó las ganas que tenía de ir a lo de Louis CK y yo le dije “ese señor asqueroso y encima el 8M. Es lo que te decía el otro día, este tipo de validaciones del acoso facilitan que siga ocurriendo en todos los ámbitos, todos a aplaudir y reírle las gracias a un agresor”
Este año de vacunas y olas sucesivas donde parecía que íbamos a volver a “lo de antes” pero ya no recordábamos cómo era lo de antes, volvió a ser habitable gracias, en parte, al oasis maravilloso de los libros que nos mantiene dentro de una relativa cordura, una cierta paz.
En 2021 leí por placer 46 libros, escritos por autoras de 15 países distintos en todos los continentes habitados. Mi reto de lectura eran obras “clásicas”, es decir, publicadas antes de mi nacimiento. Veinte de los 46 de la lista se publicaron antes de 1980 así que creo que lo cumplí suficientemente.
Dice una amiga que si tenemos una lista de autoras de habla inglesa desde 1850 hasta nuestros días.
Así que entre todas (las personas) en tuister hemos improvisado esta listita. Por si alguien osa decir que es que no hay suficientes donde elegir. Empiezo por Virginia porque de un tiempo a esta parte es de las pocas que salen en las listas universales. Y antes de eso estuvo olvidada. Para que no se nos olvide a nosotras cómo funciona el canon de los cojones. El resto sin orden ni concierto. Por si ayuda de momento pongo fecha y lugar de nacimiento y en cursiva a las no blancas, que es un eje que cada vez me parece más relevante por olvidado.
Además hemos metido a alguas personas no binarias. Igual un día deberíamos hacer una lista de personas que escriben y no son cis.
Empecé esta lista en verano de 2018. Cuando alguien dijo esa cosa tontísima “objetivamente las mujeres hacen peor música y esto ha sido así históricamente”.
Es 25N. Es 2021. El feminismo en España ha dejado de ser un movimiento fuerte y poderoso por culpa de “El borrado de las mujeres”.
Es así de triste. La hipótesis de las terfas (siento que se ofendan con este nombre pero es lo que hay) es que las mujeres trans son hombres que se disfrazan de mujeres para dinamitar el feminismo así que lo que hay que hacer es emplear toda la violencia necesaria hasta expulsar a esas personas de “nuestros espacios”. Su odio hacia los hombres trans entiendo que se debe a que abandonan las filas del ejército de mujeres. Su odio hacia las mujeres cis que ya no consideramos “nuestro” un espacio tan violento, tres cuartos de lo mismo.
Todo esto se parece al feminismo como un huevo a una castaña.
Miren, una vez más, me puso “El otro lado de la montaña” en la mano hace unos cuantos meses. Con esa vehemencia maravillosa suya de cuando quiere que leas, porque sabe que leer te hará bien.
Cuando hace eso con ficción siempre me resisto un poco más y luego me arrepiento de haber tardado tanto en hacerle caso, pero cuando me tiende así un ensayo no lo dudo.
He leído El otro lado de la montaña de forma fragmentada, en ratos muy raros (casi siempre al despertarme a media noche con los ojos como un buho) y hasta hoy no me había dado cuenta de cuánto ha influido en mis propios marcos mentales.
Por resumirlo mucho Minna Salami es una mujer brillante.
Podría vivir eternamente en Famous Last Words. Es la canción con la que empieza el disco nuevo de Blake. Podría perfectamente y lo sé porque llevo ahí metida desde que la sacó como adelanto. Pero me mata la curiosidad. Esa curiosidad de saber si conseguirá el milagro: otra canción que me guste más.
Life is not the same. Ya casi nunca escucho los discos por su orden. He dejado de confiar en que el orden tenga algún sentido o intención a favor de quien escucha. Pero cada vez confío más en Blake.
Y Life is not the same tiene sentido. Tampoco es nueva. También la adelantó. También es preciosa. Decir que una canción es preciosa se parece mucho a no decir nada y sin embargo a veces es lo único justo. El luto no metafórico de asumir el mundo sin alguien importante. La muerte. El gran tabú.
El otoño llegó al Corte Inglés en agosto. Al calendario a finales de septiembre y a mis libros para verano ahora mismo, que ya es octubre.
Dije que me daría por satisfecha si conseguía leer 15 de los 23 (bueno, dije 25, pero eran 23 los que llegaron a tiempo)
Al final leí 18. No está mal.
El último fue Persuasión de Austen. Y se ha convertido en mi favorito suyo. Creo que volver a leer a Austen tantos años después tiene la ventaja de ser capaz de apreciar la maestría narrativa de aquella mujer en aquel momento, la capacidad para entender un montón de cosas que estaban mal en el mundo en que ella vivió y que siguen sin estar bien en el que yo vivo. Apreciar la sencillez profunda e irónica pero tan sencilla que hay que estar atento (masculino no genérico) para darse cuenta de la profundidad y la ironía. O leerla, vamos. No conozco a ningún hombre de mi generación que haya leído ningún libro de Austen. Bueno. Miento. Conozco a uno solo. Creo que la leyó por no oírme (o por oírme, si lo miramos desde otro lado). El estilo de contar de Austen, sin necesidad de abigarradas descripciones que no conducen a ninguna parte, sin aparentes alardes pero con ese don para explicar los comportamientos, para analizar los comportamientos es una maravilla. Vuelvo a decir que me fascina cómo estoy más cerca de Anne, la niña bien que tiene que casarse bien, que de esas mujeres que sueñan con italianos sobre las que escriben los raesaurios como si el género fuese en vez de literatura erótica ciencia ficción y la mitad de la humanidad no existiésemos en el planeta. Voy a releer a Austen, esa es mi conclusión.